“María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.” (Juan 20, 18).
Mis hermanos, en la conmemoración, hoy, de Santa María Magdalena, nosotros percibimos dos situaciones de mucha tristeza que dejo ciego los ojos de María Magdalena. Ella fue hasta el sepulcro, ella tuvo contacto con Nuestro Señor, pero no se dio cuenta que era el Señor. Ella amaba mucho Nuestro Señor, pero la decepción también fue muy grande, y por eso que ella no veía.
Mis hermanos, cuando la decepción es grande o cuando la tristeza es grande, y damos mucho valor a los sufrimientos, nosotros no conseguimos, de hecho, también ver.
María Magdalena se dio cuenta que era el Señor no cuando vio a Él con sus ojos, pero cuando escuchó a Él. Cuando Jesús pronuncio su nombre, ella se dio cuenta que era el Señor. Necesitamos también de esta sensibilidad.
En el mundo que presenta para nosotros varias imágenes, las imágenes muchas veces nos engañan. Y es necesario ver, en realidad, con el corazón. Es necesario, en realidad, percibir las cosas con los oídos de la fe, con el corazón lleno de fe. Tener esta sensibilidad.
Pidamos esta gracia al Señor, en este día, sernos sensibles, de ver con el corazón
María Magdalena estaba triste, María Magdalena estaba allí entregue, entregue a la tristeza, no conseguía percibir el Señor, pero cuando escuchó Su voz – “¡Es el Señor! ¡Maestro!” – y después que María Magdalena se dio cuenta que era el Señor, entonces sí volvio para anunciar a los discípulos: “Yo vi el Señor”.
Mis hermanos, hoy, son muchos los que necesitan también de nuestro testimonio. Por eso pidamos esta gracia al Señor, en este día, en esta fiesta, de sernos sensibles, de ver con el corazón, de hacernos nuestro contacto de amor con el Señor, pero también vamos salir por este mundo testimoniando: “Yo vi el Señor”, para que más personas, que también están tristes y también están entregues al mal, también se vuelvan para el Señor y sean también sensibles a este amor.
Que yo y tu seamos apóstoles, seamos apóstoles que tengan esta sensibilidad para percibir el Señor y para testimoniar a Él en este mundo.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!