“Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad” (Juan 17,14-19)
Líbranos del mal
Hermanos y hermanas, en el día de hoy, en esta oración de Jesús, vemos que Él se consagra al Padre por la salvación del mundo y pide protección para los discípulos, pide protección para nosotros, a fin de que seamos protegidos del maligno, protegidos contra todo mal.
También esta oración la rezamos en el Padrenuestro cuando decimos: «Líbranos del mal», líbranos del maligno, líbranos del enemigo de nuestra salvación.
Y la consagración es la ofrenda de la vida por amor.
Jesús vive esta realidad en este diálogo con el Padre, y esta debe ser también la realidad de nuestra vida, una profunda comunión de amor con Dios, que nos llamó a la vida, a una vocación de ser luz en este mundo, sal de la tierra y luz del mundo.
Nuestra misión, como cristianos, una vez que somos preservados del mal en este mundo, es la de vivir en santidad en medio de un constante incentivo al rechazo de la verdad eterna, a la verdad que nos salva, a la verdad que nos impulsa, a la verdad que debe ser la dirección para todas las elecciones de nuestra vida y la dirección para todos nuestros comportamientos también. Entonces existe este constante incentivo al rechazo de la verdad eterna que nos salva.
Pero, en este día, ¿cuál es la invitación?
Confiemos en la Palabra de Jesús, confiemos en la Palabra de salvación.
Tenemos protección contra el mal y debemos vivir en santidad en este mundo, para que la voluntad de Dios prevalezca en nuestra vida, pero también en la vida de todas las personas con quienes convivamos, ya sea en nuestra familia, ya sea en nuestro trabajo, ya sea en la vida cotidiana cuando encontremos a alguien. Que sea un encuentro que ilumine y transforme la vida de la persona y que también tengamos la apertura de corazón para que la presencia del otro me transforme.
Jesús conduce nuestra vida, Jesús ilumina nuestra vida, ilumina nuestros pasos e ilumina también nuestras relaciones.
Entonces, seamos constantemente protegidos y alegres por su presencia en nuestra vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!