“De muchas personas también salían demonios, gritando: “Tú eres el hijo de Dios”. Jesús los amenazaba, y no dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías” (Lucas 4,41)
Jesús cuida de su pueblo, así como cuidó de la fiebre que tomaba cuenta de la suegra de Pedro, así como El cuidó de todas las personas que eran llevadas a El, alcanzadas por diversas enfermedades, males y espíritus malignos. La mano de Jesus tocaba en todos, sierto que no fuera físicamente, su presencia amorosa era para con todos. La palabra de Él tenía poder para liberar a las personas del poder del malo.
Aquello que llamamos de “opresión espiritual”, cuántas veces está también recayendo sobre nosotros. La cabeza está llena de tormentos, inquietantes y preocupaciones, la cabeza está llena de cosas no resueltas y están dentro de nosotros agitando de todas las maneras.
La presencia de Jesús es para calmar y purificar, la presencia amorosa del Señor es para liberar. Así como llevaban las personas para poner próximas a Jesús, necesitamos prójimas de Él para que su presencia toque, libere y haga restauración.
Coloque sus dores, enfermidades, inquietaciones y preocupaciones a los pies de Jesús. No entregue su cabeza a los tormentos, a las inquietantes, no entregue su corazón a los sentimientos, afectos, de las cosas todas que, dentro de nosotros, no están resueltas. Entreguémonos al poder de Jesús.
Necesitamos estar próximos a Jesús para que su presencia toque, libere y restaure.
Así como Jesús amenazó a los espíritus malignos y no permitió que hablasen, Jesús no quiere que los espíritus malignos estén hablando, gritando y agitando en nosotros.
Por lo contrario, él quiere expulsarlos de nuestra vida.
Entonces, si Jesús quiere y viene para expulsar, permitamos que El expulse, permitamos que El mande para lejos de nosotros estos espíritus perversos y terribles, que están atormentandonos, sacando nuestra paz interior y están inquietando a cada día.
Permitamos que la palabra poderosa de Jesús esté haciendo o en nuestra vida.
Invito usted a calmar el corazón, a ponerse en la presencia amorosa del Señor en oración y clame por Jesús: “Misericordia de mi, Señor, y me liberte de todos los espíritus malignos y engañadores, que está creando tormento en mi alma y sacando la paz de mi corazón.
Que Deus te conceda salud y paz todos los días de tu vida!
¡Dios te bendiga!