“A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese” (Lucas 12,4-5).

Mis hermanos y mis hermanas, Nuestro Señor cuenta esta parábola para los miles de personas que se reuniran allí, alrededor de Él. Y Jesús teniendo aquellas personas delante de Él, quisó enseñarlas, quiso catequizarlas sobre el camino correcto que deberían hacer.

Muchas preocupadas en abastecerse, en abastecer tu casa; preocupadas con el exterior, y Nuestro Señor llamaba la atención para el interior, para la conversión del corazón. Muchas preocupadas con las cosas externas, pero poco preocupadas con el interior, con la conversión sincera de corazón. Por eso, Jesús llamó la atención: “Pues bien, mis amigos…”, mira solo el cariño también de Jesús, Él llamo de “amigos”.

Tu eres un amigo del Señor, si tu no eres amigo de Él, Él quiere ser amigo. ¡Sea también amigo de Él! Y con el amigo — por supuesto —, no da para mentir, no da para engañar. Y el amigo, que es amigo, quiere siempre el bien del otro. Jesús quiere siempre tu bien, quiere siempre mi bien.

Nuestro Señor llamaba la atención para el interior, para la conversión del corazón

“A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese”. Jesús llama la tu atención, de tu amigo y amiga; preocúpate con tu conducta, con tu camino, verifica tu comportamiento. ¿Tu comportamiento condice como el de un hijo de Dios?

El Señor nos llamo la atención para preocuparnos con nuestra salvación. No nos preocupemos mucho con el exterior, preocupémonos con nuestro interior. No tengas miedo de aquellos que te pueden alcanzar en el cuerpo, pero no pueden herir en tu alma. Nuestro Señor nos esta diciendo eso, Él esta nos diciendo: “Cuida de tu salvación, cuida de vivir la santidad, cuida de vivir una vida de oración conmigo, el Señor”.

No tengas miedo de vivir la Palabra, no tengas miedo de anunciar la Palabra, no tengas miedo de aquellos que persiguen simplemente el cuerpo y tu voz. El cristiano, el hijo de Dios, puede incluso morir, puede incluso ser callado, pero tu voz — vamos decir así —, hace eco porque es la Palabra de Dios. En los primeros siglos, Tertuliano ya enseñaba eso: “El sangre de los mártires es semilla para nuevos cristianos”.

Mis hermanos, la Iglesia creció aún más en la persecución y en la dificultad, no fueron en los buenos tiempos. ¡Si los tiempos son difíciles, gloria a Dios! Vivamos el Evangelio, vivamos la Palabra del Señor, preocupémonos con nuestra salvación, preocupémonos en vivir nuestra santidad, preocupémonos en dar un buen testimonio para este mundo.

Vamos crecer aún más, no es en números no, pero en santos. Que el Señor nos ayude a crecer en la santidad y, en cantidad, va ser solo en consecuencia.

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!