“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (Jn 6, 47).
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Amados hermanos y hermanas, la fe autentica mueve nuestra alma en la dinámica del amor, porque el propio Jesús es amor; y la fe, mi hermano, debe germinar en nosotros. Jesús esta diciendo para nosotros: quien cree tiene la vida eterna, entonces, Él esta diciendo que para llegarnos al reino del cielo necesitamos concebir, en nuestro corazón, la fe, pero no una fe que no causa ni provoca en nosotros fecundidad, porque, muchas veces, nuestra fe es esteril, no esta profundizada en Jesús. Nosotros podemos tener fe en muchas personas, como la fe de cuando tu entras en el avión, y no conoce el piloto, no sabe si él es habilitado, si él sabe pilotar aquel avión, pero, por la fe, tu entras. Yo, por lo menos, nunca vi el piloto. Cuando llegó, siendo en mi silla y creo que él va levantar vuelo y me va llevar al destino. ¡Nosotros podemos tener fe en varias cosas! Eso es un ejemplo para que tu comprendas, pero la fe en Cristo puede darnos la vida eterna.
¡Existe algo más profundo! Quien tiene fe en Cristo va, cada día más, sumergir en una intimidad profunda en Dios, y, por eso, mis hermanos, nuestro corazón va cambiando, y nosotros vamos siendo atraídos a vivir el amor autentico que Cristo nos pide para vivir. ¿Qué nos muestran la cruz y la resurrección para nosotros? Muestran esta autenticidad de la verdadera donación, de la verdadera entrega, y del verdadero amor que Dios tiene para nosotros. Por eso, mi hermano, es en Él que nosotros debemos poner toda nuestra fe.
Una vez, mi hermano, mi hermana, en el Rio de Janeiro, una mujer me ha visto, de lejos, en una calle llena, y ella estaba lejos de mí, estaba pasando en una faja de pedestre. Ella miro para mí y, en el otro día, ella me encontro en la calle, y yo estaba de negro con mi clergyman, estaba identificado, era un sacerdote que estaba allí en aquel momento. Aquella mujer miro para mí y me encontró para testimoniar: “Padre, yo estaba viviendo un momento de depresión, yo estaba deprimida, pero cuando yo estaba pasando en la calle y, de lejos, yo vi el Señor, me he recordado de Dios. En aquel momento, he quedado bien; yo, que estaba deprimida, ha venido en mi corazón una gran alegría”.
Quien tiene fe, quien cree en el hijo de Dios, tiene la vida eterna
¡Eso es fe, mi hermano! Quien tiene fe, quien cree en el hijo de Dios tiene la vida eterna, es decir, tiene la vida plena. No fue el padre que ella ha visto, pero, por medio del sacerdocio, ella ha visto la cara oculta de Dios. ¡Y cuantos de nosotros, mis hermanos, necesitamos tener la misma fe de esta mujer que estaba caminando por la calle! Con seguridad, ella incluso podría estar rezando y diciendo: “¡Señor, hoy, no estoy bien; estoy mal! Pero dame una señal, y la señal fue me haber visto en aquel momento, y haber recordado de Dios”
Y eso, mi hermano, es la fe, fe en Dios. ¡No era fe en el Padre Ricardo, no! La fe en Dios hizo con que fuese instrumento de Él para aquella mujer en aquel momento. ¿Qué quiere decir eso para nosotros? Que nosotros también debemos ser así en la vida de muchas personas.
Que tu fe, mi hermano, te lleve a vivir ese amor autentico que puede transformar vidas, puede transformar historias y traer y devolver la vida para aquellos que están desanimados, para aquellos que están cansados. Que Dios te haga un hombre de fe, y una mujer de fe.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!