Libertémonos de todas las parálisis para que la Palabra de Dios nos deje de pie
“Y mientras Jesús les anunciaba la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla. Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla” (Mc 2, 3-4).
La primera cosa que nosotros queremos contemplar es la acción de Jesús. Porque las personas se reunían para escuchar a Jesús, para escuchar la proclamación de la Palabra de Dios, porque era lo que Jesús hacia: anunciaba la Palabra de Dios.
Y mientras la Palabra de Dios es anunciada, el reino de Él ocurre, porque, los corazones son libertos y el alma son redimidas. La acción de Dios actualiza la presencia de Él en nuestro medio, porque el Reino de Dios ocurre por la proclamación de la Palabra. Y Jesús hacia justamente eso: proclamaba la Palabra de Dios.
Aquel paralítico no tenía condición de escuchar la Palabra. ¿Por que? Porque él estaba realmente paralizado, y la parálisis lo prendía, él no conseguía llegar hasta Jesús para escucharlo. Pero él quería escucharlo, además, tenía los limites físicos. Y, además de la dificultad, de la imposibilidad de caminar para llegar donde Jesús estaba, también había una enorme multitud que lo impedía, era una verdadera pared. Y, muchas veces, aquella multitud no se abre para que otros más necesitados pudieran llegar hasta Jesús.
Sin embargo, manos bendecidas son providencias para que la Palabra de Dios llegase en aquel momento. ¿Y que hacen? Llevan su hamaca por encima del tejado. Y aquí esta la sabiduría, la búsqueda de los medios necesarios para llegar hasta la gracia de Dios. Si no podemos llegar a Dios “por debajo”, podemos llegar “por encima”; si no podemos por encima, que podamos intentar “de los lados”, pero necesitamos llegar hasta Dios; y hacer con que la Palabra de Él, Su gracia nos encuentre.
¡Disculpa, pero no podemos quedar paralizados en nuestras dificultades! Porque Jesús enfrentó todas las barreras para llegar hasta nosotros, y Él esta en nuestro medio. No puedo permitir que mi vida quede paralizada. “Ah, mas yo tengo muchos problemas, muchas dificultades, mucha cosa para hacer”, de esta forma, las barreras crecen.
Si las barreras para aquel paralítico era su condición física y aquella multitud, hoy, nuestras barreras son otras: nuestros problemas, nuestras ocupaciones y múltiplas tareas; nuestros miedos, temores, recelo y, muchas veces, nuestra falta de iniciativa.
Vamos por encima del tejado, vamos por encima y, si no damos cuenta, pidamos ayuda. Que alguien nos lleve, pero necesitamos tomar la iniciativa para llegar hasta Jesús y para que Su Palabra llegue hasta nosotros. Sino, quedamos postrados; vamos ser tomados por una ola de desanimo, de tristeza, de abatimiento que hay en el mundo en que vivimos. La Palabra de Dios nos liberta. Si palabra de Él aún no llego, necesito refugiarme y correr atrás de ella, donde quiere que ella se encuentre.
Libertémonos de todas las parálisis para que la Palabra de Dios nos deje de pie.
¡Dios te bendiga!