23 Jul 2023

Fortalezca las buenas semillas en tu corazón

“Jesús les propuso otra parábola: «Aquí tienen una figura del Rei no de los Cielos. Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas, apareció también la cizaña. Entonces los servidores fueron a decirle al patrón: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa cizaña?» Respondió el patrón: «Eso es obra de un enemigo.» Los obreros le preguntaron: «¿Quieres que arranquemos la cizaña?» «No, dijo el patrón, pues al quitar la cizaña podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha” (Mateus 13,24-30).

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Mis hermanos y mis hermanas, hoy es domingo, día del Señor, y la Palabra de Dios nos ofrece esta pasaje que ya es muy conocida de todos nosotros.

Cuando miramos para nuestras realidades interiores, como es bueno reconocer en nosotros la semilla del bien, ¿no es verdad? Como es bueno ver fructificar dentro de nosotros las buenas acciones, ver como somos capaces de amar, de perdonar, de querer el bien, de hacer el bien para las personas, de creer de nuevo después de una decepción, de trata bien quien no quiere tanto a nosotros. ¡Es muy bueno constatar los frutos de la obra de Dios dentro de nuestro corazón!

¡Pero como es duro tener que reconocer el joyo dentro de nosotros, el joyo que esta dentro de cada uno de nosotros y que, muchas veces, nos lleva a cometer actos que jamás esperamos!

¡Cuando miramos para nuestras realidades interiores, como es bueno reconocer en nosotros la semilla del bien!

El misterio del mal, presente en nuestros corazones, es difícil acogerlo, el misterio de esta iniquidad. Muchas veces, nos preguntamos: “¿Por que actuó así, Señor?”, “¿Por que fui capaz de cometer este acto? Yo que soy una persona tan buna, que soy una persona religiosa, que rezo, que hago la comunión, que me confieso. ¿Como he sido capaz de cometer eso?”.

Existen actitudes en nosotros que son frutos de semillas malas, que los demás sembraron en nosotros, pero también existen otras que nosotros sembramos, que nos alimentamos.

El Evangelio no quiere culpar a nadie, ni los demás ni nosotros mismos, ni el demonio, que nosotros llamamos de enemigo. Además, es más facil culpar el demonio, es más facil culpar el demonio por nuestros errores y pecados. Difícil es reconocer el joyo dentro de nosotros, el joyo de la mediocridad, de la mentira, de la traición y de la maldad. ¡Es más facil atribuir para el enemigo!

El Evangelio pide para dejar crecer. Pero, ¿cómo así? Dejar el mal crecer dentro de nosotros? ¡No! Dejar que se presente tanto el bien como el mal que, tomando consciencia, miremos las cosas con realismo y sepamos ver, dentro de nosotros las semillas de bien, pero también las semillas del mal, y seamos capaces de potencializar el bien que existe dentro de nosotros para vencer aquellas malas inclinaciones que están dentro de nuestro corazón.

El mal no se vence con la violencia, pero con la potencia del bien. Y la potencia de Dios se llama misericordia; ella es capaz de darnos la consciencia de quien somos y darnos también la fuerza para que nosotros seamos quien debemos ser de verdad, y superemos todos nuestros limites. 

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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