“En aquel tiempo, Jesús cruzaba ciudades y poblados, enseñando y siguiendo el camino para Jerusalen. Alguién le pregunto: ‘¿Señor, es verdad que son pocos los que se salvan? Jesús respondió: ‘Haced todo el esfuerzo posible para entrar por la puerta estrecha, porque vos hablo que muchos intentaran entrar y no consiguieran. Una vez que el dueño de la casa se levantar y cerrar la puerta, vosotros, del lado de fuera, comenzará a llamar, diciendo: ‘Señor, ábrenos la puerta’. Y él responderá: No sé de donde eres” (Lucas 13, 22-30).
Ser apagado
Mis hermanos y mis hermanas, hoy es domingo, día del Señor, 21º Domingo del Tiempo Común.
Mi saludos a todos que acompanham nuestra homilia apartir de la televisión Canção Nova de Portugal y también en muchos países de ese mundo. ¡Es una alegría llegar a muchos corazones!
Bueno, la pregunta de alguien es directa para Jesús: “¿Es verdad que son pocos los que se salvan?” Una pregunta de coraje hecha para Jesús, ¿no lo es?” Esta es una de aquellas preguntas que extraen del corazón de Cristo respuestas que valen más de lo que días y días de retiro, intentando escuchar Dios.
A veces, nosotros tenemos que ser osados y preguntar directamente para el Señor algunas cosas que, a veces, nosotros tenemos.
Bueno, la respuesta pone por tierra aquella falsa idea de un Dios bonachón que, en el final , todo el mundo se salva, va dejar todo lo que hicimos de mal en esta tierra. Jesús es más preciso, más cirúrgico: “Esfuérzate para entrar por la puerta estrecha, porque muchos intentaran entrar, pero no conseguirán”.
Cuando la puerta se cierra, no servirán lamento del tipo: “Señor, comemos y bebemos en Tu presencia”. La respuesta va ser: “No sé de donde eres”. Además, ¿cuál el origen, cual el autor? Es decir, es fuerte esta expresión de Jesús aquí.
¿El Señor no reconocerá la obra de sus manos?
Quien cuida de un familiar anciano, un padre, una madre, que es portador de demencia o de mal de Alzheimer, sabe como que es doloroso, pues esta persona no reconoce más aquellas personas que ellos más amaran un día.
Tal vez tu vivas esta experiencia cuidando de tus padres o de tus abuelos. Cuantas personas, casadas hace años y dentro de casa, acaban viviendo como extraños.
¡Cuantos padres, cuyos hijos los tratan como si ellos no existiesen! No hay cosa más terrible que ser apagado de la vida de alguien.
Dios quiere reconocernos en el día del juicio final
Por eso que Jesús es muy enfático. Él quiere reconocernos en el día del juicio final. Esa no va ser culpa divina de esta situación.
Va ser nuestra culpa, por vivir una vida aparentemente al lado de Dios, pero con el corazón muy lejano de él.
Por eso, mis hermanos y mis hermanas, en este domingo, busquemos y encontremos Dios mientras hay tiempo, y lo amemos de todo nuestro corazón, para que, en el día del juicio final, nosotros escuchemosr: “Ven, benditos de mi padre”.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!