Invitación al Banquete Divino
En aquel tiempo, uno de los que estaban a la mesa le dijo a Jesús: “¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!”. Jesús le respondió: “Un hombre dio una gran cena e invitó a muchos. A la hora de la cena, envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, porque ya todo está listo’. Pero todos, uno por uno, comenzaron a excusarse. El primero dijo: ‘He comprado un campo y necesito ir a verlo. Te ruego que me disculpes’. El otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me disculpes’. Un tercero dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir’. El siervo volvió y contó todo a su señor” (Lucas 14,15-24).
La compra de un campo, cinco yuntas de bueyes, acabo de casarme. Tres tipos de excusas que, para Israel, desde el punto de vista de la ley, eran suficientes.
Por ejemplo, la persona estaba exenta de la obligación del servicio militar si tenía esa realidad o también otras obligaciones comunitarias, incluidas a las obligaciones religiosas. Sin embargo, la cuestión aquí es acerca de Dios.
Él que preparó un banquete, es decir, todo lo que necesitamos para vivir. Él nos quiere alrededor de Su mesa, Él nos quiere alrededor de Su providencia, de Su cuidado de Padre. Él no nos quiere fuera de eso. Nosotros, por el contrario, por nuestra parte, le damos excusas que manifiestan nuestra autosuficiencia, nuestro egoísmo, nuestra independencia de Dios.
El libro de Deuteronomio nos recuerda muy bien:
“Guardate que no te olvides del Señor tu Dios, dejando de guardar tus mandamientos, juicios, tus estatutos, para no ocurrir, que habiendo edificado buenas casas, en que habites, y que tus bueyes aumenten, tus rebaños, y añaden la plata y el oro, y se multipliquen todo lo que tienes, si orgulle tu corazón, y te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de la tierra del Egipto, de la casa de la esclavitud, que te guío por aquel gran y terrible desierto de serpiente y escorpión, que en el desierto te mantuvo con un maná que tus padres no conocienron, para humillarte y te poner a prueba, para en el fin te hacer bien. Y digas en tu corazón, mi fuerza y fortaleza de mi mano me ha adquirido este poder. Antes te recuerdas del Señor tu Dios, que es Él que te da fuerzas para tener riquezas”.
Es un texto interesante del libro de Deuteronomio que nos hace recordar las cosas más importantes de nuestra vida. No podemos ser insensibles a la voz de Dios que nos llama. Por lo tanto, no antepongas tu propia vida a las cosas de Dios.
Prioridad a Dios
Tus cosas, tus quehaceres, tus riquezas materiales, todo tiene su lugar. Dios no merece excusas, Él merece lo mejor de nosotros.
La prioridad de nuestro tiempo y de nuestras fuerzas se la debemos a Dios, que preparó todo para nosotros, Él que realiza todas las cosas en nuestro favor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
					


                    
                    
                    
                    
                    