“En aquel tiempo, algunos maestros de la Ley y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos verte hacer un milagro.» Pero él contestó: «Esta raza perversa y adúltera pide una señal, pero solamente se le dará la señal del profeta Jonás” (Mt 12, 38-39).
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Esperar una señal para cambiar alguna cosa en la propia vida, fue eso que Jesús encontró de la parte de los maestros de la Ley y de los fariseos. Ese era el deseo del corazón de ellos. El cambio no ha venido por una decisión interior, por la libertad de opción, pero solo por una fuerza externa, una señal extraordinaria del cielo.
¡Que infantil esta necesidad, que no solo esta presente en el corazón de los maestros de la Ley y de los fariseos, pero esta presente en el corazón de cada uno de nosotros! Desgraciadamente, esta actitud infantil de querer siempre un incentivo sensorial para responder a los llamamientos de Dios.
Sabemos que son los niños que viven de gratificaciones: de los regalos, de los mimo, de muchos afectos de los padres, de los tíos, de los abuelos. El niño necesita de este incentivo sensorial y afectivo, pero un cristiano adulto en la fe no puede prenderse a las acciones extraordinarias de Dios.
La vida de Cristo, entrega a nosotros en la cruz, en el altar del sacrificio, es el mayor señal del amor de Dios
Dios incluso puede dar una señal, Él es Dios; Él puede realizar una aparición, un milagro, una revelación, pero todo eso no es un por ciento de lo que es Dios y de lo que Él espera de nosotros. Porque Dios vá más allá de eso.
Existen muchas formas de Dios gobernar ese mundo, existen muchas formas de Él guiar nuestra vida. Entonces, no nos prendamos solo a un aspecto de la intervención de Dios, por ejemplo, una cura, un milagro, un prodigio extraordinario.
Y aquí, Jesús apunta la señal de Jonas. La señal de Jonas es referencia a la Muerte y Resurección de Jesús. ¡Mucha atención! Y no al espectaculo de un hombre que es tragado y después vomitado por una ballena. Porque, a veces, podemos prendernos a este hecho extraordinario que causa terror, pero la señal de Jonas es referencia a la Muerte y a la Resurrección de Jesús.
Quien no recibe esta señal de Dios en el misterio de Su Pasión, Muerte y Resurección, nunca se convertirá ni mismo delante del mayor espectaculo o del mayor fenómeno místico. Necesitamos acoger la vida de Cristo. La vida de Cristo, entregue a nosotros en la cruz, en el altar del sacrificio, es la mayor señal del amor de Dios y el mayor señal que nos mueve para la conversión y para una vida nueva.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!