“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5).
Jesús es la vid verdadera, el Padre es el agricultor y nosotros somos los ramos. Pero, ¿cómo vamos ser ramos que producen frutos sino permanecemos en Jesús? Por eso, más que nunca, necesitamos evidenciar el verbo “permanecer”, “quedar”, no salir de Jesús jamás.
Esta es la gran tentación que el orgullo, la soberbia, la vanidad y la autosuficiencia provocan en nuestro corazón. Nosotros crecemos, los ojos crecerán, la mente esta delirando y pensamos que podemos todo, pero, en realidad, tenemos que emprender, tenemos que hacer la vida ocurrir, pero jamás lejos de Jesús, jamás sin Él, porque así no vamos producir frutos.
Nuestro fruto no va ser sabroso, intenso ni verdadero sino permanecemos en Él. Porque es Él quien da vigor quien da vida, quien nos pone en comunión con el Padre.
No hay vida sin comunión con Jesús, por eso permanecemos seguros en el amor de Dios por nosotros en Jesús
Muchas veces, estamos nos alejando del corazón de Jesús, estamos caminando de acuerdo con nuestras inclinaciones, estamos caminando de acuerdo con el pensamiento que viene a la mente o estamos dejándonos caminar por los caminos de los demás, por las opiniones que viene de los demás. Cuando, en realidad, necesitamos permanecer, más que nunca, en Jesús.
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Permanecer en la Palabra de Dios, meditando todos los días, permanecer en la vida de oración, rezar en Espíritu y Verdad, en todo tiempo y lugar. Permanecer en comunión con Dios, permanecer en la vida eucarística, pudiendo ir hacia la iglesia o no, lo que no podemos es perder el amor y la comunión a Jesús en la Eucaristía.
Necesitamos, de todas las formas, mantener nuestro corazón amando a Dios sobre todas las cosas, pero ese amor a Dios ocurre cuando permanecemos en Su Hijo Jesús. Cuando llevamos la vida en nombre de Jesús, cuando vivimos la comunión con Jesús, cuando nos relacionamos con Jesús rezando a Él, invocando a Él, pero guardando Sus Palabra, observando sus mandamientos, teniendo comunión con Él en todo lo que Él nos enseña a vivir.
Estamos, muchas veces, debilitados, desanimados, caminando en el desaliento, perdiéndonos en el camino de la vida, porque nos dejamos engañar por aquello que el mundo ofrece. No nos engañemos, no hay vida sin comunión con Jesús, por eso permanezcamos en el amor de Dios por nosotros en Jesús.
¡Dios te bendiga!
