“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:El reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas” (Mt 25, 1-13).
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Queridos hermanos y hermanas, hoy, reflexionemos sobre la parábola de las diez vírgenes. La enseñanza de Jesús nos invita a ser como las vírgenes prudentes que se prepararon para el encuentro con el novio. La preparación, por lo tanto, debe ser una constante en nuestra vida.
Para pronunciar esta homilía, me he preparado. Si tienen una cita o una reunión, también se preparan, ¿verdad? De la misma manera, las parejas se preparan para el matrimonio y, en la vida religiosa, hay un tiempo de preparación.
Para la ordenación sacerdotal, el seminarista pasa por un largo período de preparación: el propedéutico, los estudios de filosofía y teología, el tiempo de etapa pastoral hasta la ordenación. El Evangelio de hoy nos recuerda que, para alcanzar las realidades celestes, también debemos ser prudentes y vigilantes.
La parábola y la preparación espiritual
Como no sabemos el día ni la hora de nuestra partida, de nuestra entrega total a Dios, debemos vivir preparados. Ya sea el Señor quien venga a nuestro encuentro, ya sea nosotros quienes partamos a Su encuentro, necesitamos estar con las lámparas abastecidas por el aceite de la fe, de la vida en Dios y de la santidad.
Que, en este día, seamos como las vírgenes prudentes y previsoras. Que la presencia de Dios alimente la llama de nuestra fe, para que permanezca siempre encendida. Así, cualquiera que sea la tarea, la haremos con amor y dedicación a Dios.
Que, en sus preparativos para los desafíos de la vida, jamás se olviden de la presencia de Dios. Que la unción del Espíritu Santo los conduzca en cada paso, para que todo en su vida sea realizado según la voluntad de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!