En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera” (Mt 13, 47-53).
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Hermanos y hermanas, hoy la Iglesia celebra a San Alfonso María de Ligorio, fundador de la Congregación de los Redentoristas y también patrono de los confesores y de aquellos que se forman en teología moral.
El texto que se nos propone en este día presenta el Reino de los Cielos a través de esta parábola, de esta comparación. El Reino de los Cielos es como una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Entonces, ¿cuál es el cuidado que debemos tener a partir de esta parábola? Vimos que los pescadores arrastran la red a la orilla, se sientan, recogen los peces, luego separan los buenos de los malos. ¿Qué nos enseña esto? Que la realidad de las cosas del cielo exige dedicación de nuestra parte. Dedicación en ponernos por entero en aquello que hacemos. Esos pescadores tiraban de las redes, se sentaban y allí observaban cada pez.
Llamados a ser red y ayudarnos unos a otros
Nosotros también debemos vivir así en el cuidado mutuo, porque el proceso de salvación es comunitario. Nadie se salva solo, entonces, nos ayudamos unos a otros en el camino de salvación con la dedicación de nuestra vida, de nuestra oración y también de nuestra enseñanza.
Una de las finalidades de nuestra existencia es ser auxilio para que nuestros hermanos sean alcanzados por la salvación que viene de Dios. “Cuando está llena, los pescadores arrastran la red a la orilla, se sientan, recogen los peces buenos en cestos y tiran los que no sirven”.
La gran pregunta para nosotros en este día es: “¿Me he esforzado en ayudar al otro en su camino de salvación?”. En la parábola, Jesús dice que existe un camino que lleva a la perdición y un camino que lleva a la salvación. Y es por los caminos de salvación que Él nos dirige todos los días. Que escojamos siempre el camino de la salvación.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!