Que Dios misericordioso te bendiga la vida de cada uno de nosotros, de nuestros abuelos y todos nuestros antepasados
“Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza” (Eclo 44,1)
Hoy, celebramos San Joaquín y Sant’Ana, abuelos de Jesús y padres de la Virgen María. Al celebrar Sant’Ana y San Joaquín, estamos celebrando también a nuestros abuelos. Ellos son nuestros antepasados, porque, aquí, no incluimos solo los abuelos, pero nuestros bisabuelos, tatarabuelos y toda el linaje que perpetuo y llego hasta nosotros, la importancia que ellos tienen.
No elimine tu pasado, porque él se hace presente en tu vida. Si tus abuelos están vivos, no te olvides de correr para estar con ellos y buscar la sabiduría, para besar las manos de ellos y ver en ellos la continuidad de la historia en su vida.
Nuestra historia de vida no comenzó en el día en que nacemos o cuando fuimos generados en el vientre de nuestra madre, sino con nuestros padres, abuelos, bisabuelos y así por delante.
Yo quiero saber de donde viene, de que lugar de la África vinieron mis antepasados. Todo eso es muy importante para conocerme mejor, para entender los conceptos, para entender la vida que yo llevo, mi temperamento y mi propria historia. Yo conozco la historia para recriminarla, yo reconozco la historia para transformarla. Soy la continuidad que necesita seguir adelante o soy la continuidad que necesita transformar y cambiar el rumbo de la historia. Yo no puedo negarla, necesito asumirla.
Los abuelos están ahí, justamente, para darnos esta esta gracia. Por eso, la importancia de Sant’Ana y Joaquín, los abuelos de Jesús. Quiero, hoy, suplicar que el Dios misericordioso bendiga la vida de cada uno de nosotros y bendiga nuestros abuelos y todos aquellos que hicieran y hacen parte de nuestra historia, que son los antepasados. Los que están vivos, celebramos con ellos la vida; los que ya partieron para la eternidad, celebramos más intensamente, porque ellos hacen parte del festín eterno.
¡Dios te bendiga!
