El Reino de los Cielos es el tesoro que no parece, que nadie roba ni quita de nosotros
“En verdad les digo: el que es rico entrará muy difícilmente en el Reino de los Cielos. Les aseguro: es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los cielos” (Mt 19, 23-24).
Cuando escuchamos ese Evangelio de Jesús, parece una sentencia condenatoria que excluye los ricos del Reino de los Cielos, sin embargo, el problema no es ser rico, pero la forma de lidiar con las riquezas. El mayor tesoro que podemos tener en la vida es el Reino de los Cielos, es el tesoro que no parece, que nadie roba ni quita de nosotros, pero cuando ponemos nuestro corazón en otros tesoros, no abrazamos el Reino de los Cielos.
La verdad es que el Reino de los Cielos no excluye nadie, son las personas que excluyen el Reino de los Cielos, porque tienen preferencia por otras riquezas.
Gracias a Dios, conozco personas ricas y pobres, que mantienen la gracia esencial del Reino de los Cielos; la sencillez de la vida. Ellas trabajan, se dedican, tienen sus emprendimientos, pero no ponen allí su corazón; ellas no desprenden el corazón de Dios, porque Él es la mayor riqueza de su vida.
Hay personas que trabajan para avanzar en la vida de forma justa, honesta y correcta, es así que Dios quiere que todos podamos avanzar. El problema es cuando la riqueza hace crecer dentro de nosotros la codicia y el deseo desenfrenado por los bienes; a partir de eso, el corazón anhela a lo que se desea. “Donde esta el tesoro, allí estará su corazón” (Mateus 6, 21). Por lo tanto, si la riqueza son los bienes de este mundo, es aquí que pones tu corazón, pero si tu riqueza son los bienes de este mundo, es aquí que tu pones tu corazón, pero si tu riqueza es el Reino de Dios y las cosas de Él, si tu riqueza es el bien y los valores eternos, puede estar seguro de que, siendo rico o pobre, Dios estará en su corazón.
No te amarres a los bienes de este mundo, no pongas tu confianza en los bienes materiales, porque teniendo posesión o no, sea una persona desprendida, trabajadora y dedicada, pero sepa tener ordenes y valores. “Buscad en primer lugar, el Reino de Dios y todas las cosas serán añadidos en nuestra vida” (Cf. 6, 33).
¡Dios te bendiga!