Necesitamos encontrar el Reino de Dios y, una vez que nosotros lo encontramos, nada se vuelve más precioso en nuestra vida
“El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo” (Mt 13, 44).
El ejemplo del hombre citado en el Evangelio de hoy, nos muestra la importancia que el Reino de Dios tiene en aquel que encontraba ese Reino. El Reino de Dios es un tesoro preciosismo; es tesoro más importante y más importante y más valioso que podemos encontrar en esta vida.
Damos valor a nuestra vida en aquello que es bueno y nos hace bien. Damos valor a lo que tenemos seguridad de que nos hace bien. Cada uno sabe cuales son sus bienes, sus valores y lo que guardamos con preciosidad en nuestra vida.
Desgraciadamente, vivimos en una sociedad de valores invertidos. Y, cuando los valores se invierten, muchas veces, los “contravalores” invaden nuestra mente; nuestra casa; nuestra forma de pensar y actuar.
Sé que quedamos encantados cuando miramos para la revolución digital. Los productos digitales traen para nosotros: smartphones, relojes y tantas cosas que encantan nuestros ojos. A veces, vemos una persona todo el tiempo con un material de ese en la mano. Vemos que ella ni mira para al lado y ni da atención para los suyos, porque ha invertido los valores. No quiere decir que aquel bien no sea necesario, pero él no es el bien más precioso. Él es un bien que nos roba de los bienes esenciales de nuestra vida.
Necesitamos encontrar el Reino de Dios y, una vez que nosotros lo encontramos de verdad, nada en nuestra vida se convierte más precioso, valioso e importante. Un otro problema es que muchas personas incluso lo encontraron, pero lo perdieron en medio de tantos bienes y valores de este mundo. O damos la primacía, la importancia debida al Reino de los Cielos y dejamos otros bienes en tu lugar, o vivimos confusos y perdidos en medio de una sociedad de contravalores, que nos hacen perder los valores esenciales de la vida.
¡Dios te bendiga!