“Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo. Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad. Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios” (Lc 4,31-37).
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Mis hermanos y hermanas, en Cafarnaúm, Jesús enseñaba en el día de sábado. Jesús es el misionero del Padre dondequiera que esté. Él no actúa circunscrito a un único lugar ni se limita a un solo aspecto. El Ministerio de Jesús es muy hermoso, es muy amplio. Él realiza diversas actividades misioneras, ya sea curando, liberando y enseñando, como es el caso de hoy.
Hoy, Él está enseñando – el término en griego es didasko, y de ahí viene la palabra didáctica, es decir, la capacidad de Jesús de conducir a las personas a la verdad plena sobre Dios, la capacidad didáctica de Jesús de transmitir los contenidos de la fe. Infelizmente, ¡cuánta gente desviada en los tiempos de hoy! ¡Cuánta gente mal formada (para no decir deformada), que no encuentra en los maestros de la fe un instrumento para llevarlos al conocimiento de Dios! Infelizmente, es una lástima, y nosotros necesitamos, como cristianos, aplicarnos en el conocimiento de la verdad.
Estudiar la Doctrina de la Iglesia, conocer el Catecismo de la Iglesia para poder, como Jesús, transmitir bien los elementos de la fe. ¡Cómo es necesario acoger a Jesús Maestro! Necesitamos permitir que Él entre con Su Palabra en nuestro corazón y expulse las tinieblas que existen dentro de nosotros. Vean que nos causa hasta vergüenza delante del texto de hoy, ¡porque hasta el demonio conoce la verdad sobre Jesús! Él dice: “Yo sé quién tú eres, el santo de Dios”.
¡Cuán necesario es acoger a Jesús Maestro!
Hasta aquel presente momento, no había otra situación tan fuerte sobre la identidad de Jesús. Y miren que locura, viene de la boca del demonio. La diferencia es que el demonio nunca se sometió a la Palabra de Dios, nunca. Habéis visto la reacción de hombre poseído, él grita en alta voz, y el término aquí “megáfono”, es el movimiento de la palabra para fuera, es la proyección de la voz.
Aquel hombre no interioriza la palabra, no deja que ella entre en tu corazón, que el toque. Por eso es necesario la intervención de Jesús para que la Palabra de Dios pueda llegar en tu corazón. Tanto que la acción de Jesús provoco un asombro: ¿qué palabra es esta capaz de retirar los espiritus impuros?! Es la palabra capaz de transformarnos se tenemos acceso a ella.
Entonces, hoy, vamos elevar nuestra voz, pero para pedir la misericordia de Dios, que alcance nuestro corazón y nos transforme en la fuerza de Su Palabra.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!