“Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan” (Lc 11, 13)
La verdad es esta, por más que no seamos las mejores personas, no acostumbramos dar el mal a los demás, aún que que sea una persona muy mala. Un padre, por ejemplo, nunca va dar un escorpión para un hijo que pide un huevo o un alimento. Puede ser que ni de un huevo que él necesite, puede ser que no haga bien él comer, pero va dar lo que va ser mejor para él, atención, amor e incluso otra cosa que sea más importante de aquello que el hijo ha pedido.
¡Si somos así, imagina el Padre que no dejara de dar el Espíritu Santo para aquellos que piden a Él! Si yo pudiera decir una cosa a tu corazón, yo digo con mucha sinceridad: no tiene gracia mayor, necesidad mayor para nuestra vida y para nuestra alma que la gracia del Espíritu Santo en nosotros, el Espíritu de los siete dones, el Consolador, que hace en nosotros la obra de Dios, el Espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia y piedad. El Espíritu del santo temor del Señor.
Esta es la gracia mayor, la dádiva mayor, la necesidad que más tenemos en nuestro interior: sernos hombres y mujeres del Espíritu
Lo que María dijo en Medjugorje: “Quien tiene el Espíritu Santo tiene todo”. Muchas veces, estamos pidiendo cosas materiales, estamos pidiendo eso y aquello, pero nuestra gran suplica de cada día es: “Ven, Espíritu Santo. Señor, danos la gracia de, cada día, rendirnos al Espíritu Santo en el silencio, en la reflexión, en la contemplación, pero guiando por él.
Esta es la gracia mayor, la dádiva mayor, la necesidad que más tenemos en nuestro interior: sernos hombres y mujeres del Espíritu.
Cuanto más crecemos en la vida del Espíritu, pero damos cuenta que nuestra vida asume otro sabor, otra dirección y lo mucho la bendición de Dios solos crece en nosotros.
Supliquemos ardientemente a cada día: “Danos, Señor, su espíritu Santo, para que seamos guiados por vosotros, por su sabiduría, su dirección y su luz. Ven, Espíritu Santo, vivir en nosotros, porque necesitamos de su gracia.
¡Dios te bendiga!
