Cuidemos y amémonos unos a otros y no tengamos un corazón seco y cerrado
“Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: Extiende tu mano. El la extendió y su mano quedó curada” (Lucas 6,10)
Extiende tus manos al Señor, porque cuando extendemos las manos hacia Él, extendemos todo nuestro cuerpo, nuestro ser y nuestro corazón, pues queremos y necesitamos ser sanados. El que más necesita ser curado, más que el hombre del Evangelio, son los hombres de corazón seco que están alrededor de él. Esos hombres eran maestros y doctores de la Ley, fariseos que se sentían sanos porque eran hombres religiosos, que guardaban la Ley judaica, pero no tenían la más mínima caridad con lo que vivía ese hombre.
Vivimos en una época de corazones secos por el egoísmo y el orgullo, como el hombre de aquella época. Cuando una persona solo piensa en ella y los beneficios del mundo y de Dios para sí, el corazón se seca. No hay nada que seque más el corazón humano que el egoísmo y el orgullo.
El egoísmo y el orgullo generan en nosotros el individualismo, el individuo piensa solamente en sí, el “yo” está en primer lugar, la gracia de Dios es solamente para él. Las relaciones familiares están corroídas por los corazones secos, donde cada uno está pensando solamente en sí. Te has casado no para vivir para ti, sino para el otro; no le enseñes a tu hijo a ser un niño de corazón seco que solo piensa en si, en sus cosas porque no es bueno para él.
El lema de una generación resecada por el individualismo es: “¿Es bueno para mí? ¿Me beneficia?”. Cuando solo pensamos en nosotros y que el mundo gira en torno a nosotros, la religión también gira en torno a nosotros.
Jesús sanó a este hombre, colocándolo en medio. Porque Jesús nos coloca en medio de las necesidades, los sufrimientos y de aquellos que son dejados de lado.
No dejemos a nadie de lado, coloquemos en el centro de nuestra vida la preocupación de los que sufren, con nosotros y con lo que están a nuestro alrededor. No hagamos un drama de nuestra vida solo porque creemos que el mundo somos nosotros o porque todo debe girar sobre nosotros.
Giremos en torno a Dios, porque Él si se preocupa con lo que nos hace sufrir.
Cuidemos y amémonos unos a otros y no tengamos un corazón seco y cerrado. Extendamos nuestras manos y nuestro corazón porque Jesús no nos quiere secos, Él nos quiere sanos.
¡Dios te bendiga!