Cuando amamos Dios, amamos el prójimo con el amor que él necesita ser amado, sin tristezas ni resentimientos
“Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.” (Mc 12, 29-31).
El amor debe mover toda nuestra existencia. Necesitamos ser renovados y purificados en el amor, porque, muchas veces, el amor que esta en nosotros fue corrompido y contaminado por este mundo.
El primer mandamiento comienza con esta intervención de Dios: “Escucha, oh Israel”. Solo vamos amar a Dios sobre todas las cosas cuando somos capaces de escucharlo.
En este tiempo cuaresmal, todos nosotros somo llamados a vivir un verdadero retiro. Muchas veces, vamos para retiros y encuentros, pero no retiramos nada. “Retiro” es retirarse para retirar lo que no es de Dios, especialmente, los ruidos que están gritando dentro de nosotros y nos impidiendo de escuchar Dios. Es el ruido de los deseos, de las inclinaciones, de las cosa negativas que acumulamos dentro de nosotros. Son tristezas, resentimientos y rencores.
Necesitamos purificarnos de todo eso para que nuestro corazón escucha el Señor, sea guiado, y que, con toda nuestra fuerza comprendido, con todo nuestro ser, podamos amar nuestro Dios de todo el corazón.
Cuando amamos Dios por encima de todo y de todos, amamos a nosotros mismo, cuidamos de nosotros como necesitamos cuidar, sin ningún egoísmo, soberbia ni orgullo guiándonos, pero con la gracia divina enseñándonos como debemos cuidar de nosotros.
La gracia de Dios quiere enseñarnos a amar, porque, cuando nos perdemos del amor, caemos en las confusiones del alma, del sentimiento y de la voluntad. ¡Dios quiere guiar las inclinaciones de nuestro corazón! Escuchemos Él por encima de todo y permitamos que Su amor nos sane y guía toda nuestra vida.
¡Dios te bendiga!