Cuando alimentamos los miedos, ellos crecen en nosotros y vieron verdaderos fantasmas dentro de nuestro corazón
“Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame” (Mt 14, 30).
En el Evangelio de hoy, estamos encontrando los discípulos temerosos, en otras palabras, discípulos con miedo. Ellos tenían fe, por eso seguían el Señor, y nosotros también tenemos fe.
Existe la fe confianza y la fe temerosa: creemos y confiamos en Dios, pero tenemos nuestros miedos. A veces, dentro de nosotros, nuestros miedos están mayores que nuestra propia fe. Cuando alimentamos los miedos, ellos crecen en nosotros, se apoderan de nosotros y vieron verdaderos fantasmas dentro de nuestra mente y de nuestro corazón. Tenemos miedo de salir de casa, miedo del futuro, de la muerte, de la enfermedad, miedo de lo que puede suceder.
Los miedos son terribles, son verdaderos “diablos” que aterrorizan nuestra vida y nuestra existencia. Necesitamos dejar de lado la fe temerosa.
Jesús dijo a Pedro: “Hombre débil en la fe”. Reconocemos que somos hombres débiles en la fe, pero pedimos: “Señor, ayude a nuestra debilidad. Viene en nuestro auxilio y nos da una fe confianza y verdadera”. Es por la fe confianza y verdadera que vamos venciendo los miedos. No quiere decir que dejamos de tener miedos, porque ellos hacen parte de nuestra fragilidad humana, pero nosotros los combatimos. La fe va derribando los miedos de nuestra vida, ella va poniendo de pie en la presencia del Señor, vamos enfrentando todas las situaciones.
El mundo en que estamos es pavoroso, dependiendo de lo que leemos y asistimos, no da para cerrar los ojos delante de tantas barbaridades, crímenes y cosas temerosas.
¿Vamos entregar nuestra alma, nuestra mente y nuestro corazón para las malas noticias o vamos entregar nuestra mente y nuestro corazón para la buena nueva, para la buena noticia? Vamos dejar que todos estos males entran en nosotros y hagan de nosotros personas pavorosas, medrosas y tensas todo el tiempo o vamos alimentar nuestra fe?
Tener fe no es someternos a los peligros de la vida y decir que nada nos va suceder. Hay muchas personas que tuvieron fe, pero fueron descuidados, se dejaron sucumbir, entregaron a los peligros de la vida y, muchas veces, ni siquiera Dios puede ayudarlos. No se trata de eso, pero de tener un corazón, una mente que pone en Dios su confianza y, por donde camina, pide sabiduría y discernimiento.
¡La fe nos lleva para muchos lugares! Y en algunos lugares no podemos ir, pero para otros debemos ir. Es una fe que no nos permite vivir en el miedo, pero nos lleva adelante, superando los obstáculos de la vida.
¡Dios te bendiga!