“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios” (Lucas 1, 28-30).
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Hermanos míos, hoy celebramos el día de Nuestra Señora del Rosario. Y qué día tan maravilloso, porque el Rosario, que tiene una eficacia sobrenatural por la intercesión de Nuestra Señora, apareció entre los siglos XV y XVI, fue difundido por los dominicos y se convirtió en una de las devociones marianas más populares.
Nuestra Señora recomendó insistentemente, en Fátima, que rezáramos el Rosario, y nosotros necesitamos comprender precisamente eso, esta fiesta para nosotros de la Santísima Virgen María de la Victoria. El Papa quiso agradecer a Nuestra Señora su intervención en la victoria de la flota cristiana contra los turcos en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Actualmente, se celebra simplemente la memoria de Nuestra Señora del Rosario.
Victoria cristiana
Hermanos míos, hermanas mías, así es como debemos caminar en la voluntad de Dios, junto con Nuestra Señora. La devoción del Rosario encontró, en la anunciación de María, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy: “No temas, porque has hallado gracia delante de Dios”.
El primer cuadro para la contemplación es el coloquio entre Dios y la joven María, mediado por el ángel Gabriel, que significa fuerza de Dios. Transcurre en un clima de serenidad, de alegría, disponibilidad, obediencia y humildad, donde Nuestra Señora dice: “He aquí la sierva del Señor”. María tiene una exégesis.
Hermanos míos, el mensaje, verdaderamente, es sorprendente por tratarse de un grandioso proyecto de Dios. Por eso se necesita disponibilidad, humildad, don de servicio como lo fue Nuestra Señora, que se esforzó por hacer la voluntad de Dios.
Quiero traer un testimonio para ustedes, de lo que fue el Rosario en mi vida, incluso de una forma personal. Antes de mi conversión, yo vivía la realidad de la masturbación, de la pornografía de forma intensa. Y cuando me convertí, aún con dificultad para deshacerme de ese vicio, busqué a un hermano del grupo de oración, y él me dijo así: “Vas a vencer eso con la fuerza del Rosario. Reza el Rosario todos los días”.
Y cuando me dijo aquello, comencé a rezar el Rosario, los cuatro misterios, y vencí este pecado, vencí este vicio del cual era esclavo hacía muchos años.
Hermanos míos, por eso les hablo de la fuerza que tiene el Rosario por la intercesión de Nuestra Señora en nuestra vida. Y pido la intercesión de ella sobre ustedes, sobre su casa y sobre su familia.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!