“Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Jn 20, 19-23).
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Mis hermanos y mis hermanas, hoy es domingo, día del Señor, solemnidad de Pentecostés, ese día tan esperado, tan aguardado. El Evangelio de Juan nos habla que Jesús soplando sobre los discípulos el Espíritu santo, y concediendoles el ministerio del perdón y de la reconciliación. Pero, en realidad, en la primera lectura de hoy que se nara en aquel evento estruendoso, ¿no lo es? Que lanzo los discípulos en la aventura del anuncio del Reino de los Cielos, el nacimiento de la Iglesia. La espera llego al fin, llego el gran día, el día de Dios, día de la gracia para toda la humanidad. Y debemos confiar y esperar en Dios. La Palabra de Dios nos garante eso, sirve esperar y confiar en Dios. Nosotros nunca vamos ser decepcionado esperamos en el Señor Su manifestación.
Nos habla el texto de la primera lectura: “Y desde entonces ha venido del cielo”. Como es lindo experimentar estes “a veces” de Dios, ¿no lo es? Cuando, en un determinado momento de nuestra vida, donde todo parecía caminar para la desorden y para la ruina, Dios interviene y, a veces, cambia todo. Tu debes haber experimentado algunos “a veces” en su camino cristiana. Ellos son extraordinarios y traen el nuevo de Dios para nuestra vida. ¿Tu estas necesitando, hoy, de estes “a veces” de Dios? Por eso clame, clame a Dios que ese a veces ocurre en tu vida, que este nuevo de Dios llegue.
Vivamos en comunión unos con los otros
El Espíritu Santo ha venido cuando todos estaban reunidos en el mismo lugar. El texto original no quiso destacar que estaban uno del lado del otro, pero que estaban de común acuerdo, unidos en el corazón, en la intención, en el deseo de recibir la misma gracia. No existe Pentecostés sin la comunión de los corazones. De nada sirve invocar el Espíritu Santo y, al mismo tiempo, cultivar actitudes de división, de grietas, de discordia, de maldad, deseo de venganza, malicia en la relación unos con los otros, es una contraste este tiempo de actitud con la invocación del Espíritu Santo.
Podemos decir que la pista de aterrizar del Espíritu Santo es un corazón de profunda comunión con los hermanos. En ese ambiente que el Espíritu Santo aterriza, en ese ambiente que el Espíritu Santo pone su acción. Por eso, hoy, como hermanos, como Iglesia, como comunica cristiana, invoquemos el Espíritu Santo y vivamos en comunión unos con los otros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!