“Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo? Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?” (Lc 6, 3 e 4).
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Bueno, el texto dice: “¿Acaso no leísteis lo que hicieron David y sus compañeros?”. Muchas veces no leemos las cosas que son importantes. Los fariseos del tiempo de Jesús hacían una lectura muy selectiva del pasado, de la Torá, del Antiguo Testamento, y no sabían ver el cumplimiento del Antiguo Testamento en Jesucristo.
Muchas veces nosotros no leemos
Podemos hacer lo mismo con la Palabra de Dios, interpretarla fuera del Magisterio Ordinario de la Iglesia, y eso, les digo, es muy peligroso. Por eso, de forma providencial, en este mes de septiembre, aquí en la Iglesia, meditamos sobre la importancia y el lugar de la Palabra de Dios en nuestra vida. Por eso es importante estudiar la Palabra de Dios, apoyados en el Magisterio de la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia Católica, y aprovecho para abrir esta catequesis sobre la interpretación de la Palabra de Dios, dice que la Biblia necesita ser interpretada, pero de una forma integral. Existe, por ejemplo, el sentido literal de la Palabra de Dios. El sentido literal es tomar literalmente aquello que el texto dice, expresado por las palabras y que se descubre por una ciencia llamada exégesis bíblica, según determinadas reglas de interpretación. Ese es el sentido literal, lo que está allí escrito.
Tenemos también el sentido espiritual de la Palabra de Dios, qué sentido da la Palabra de Dios a nuestra vida. Y este sentido espiritual, puede ser alegórico, por ejemplo. El alegórico es unir el hecho bíblico con Cristo, es hacer esa conexión con el Antiguo Testamento y la vida de Cristo. Puede estar en el agua del mar Rojo el bautismo, la liberación del faraón, la liberación del demonio. El agua del mar Rojo se abrió por causa del bastón de Moisés, una alegoría de la cruz de Cristo. Los soldados ahogados en el mar Rojo, una alegoría del pecado, y así sucesivamente. Este sentido es verdaderamente el sentido que nos remite a Cristo.
El otro sentido es el sentido moral, que reside en el hecho de que la Biblia nos enseña cómo debemos proceder moralmente. Por ejemplo, la valentía de Moisés al enfrentarse al faraón, la murmuración del pueblo de Israel, que no quería obedecer la Palabra de Dios, el llamado del pueblo, la confianza en Dios. O sea, las virtudes morales que se manifiestan a través de los hechos que son narrados.
Y, por último, el sentido analógico, que es aquel que apunta al cielo, a la salvación eterna. Por eso, la lectura de la Sagrada Escritura siempre nos conduce a la Patria Celestial. ¿Por qué quise hacer esta catequesis sobre la interpretación de la Palabra de Dios? Porque los fariseos hacían una lectura selectiva. Nosotros no podemos hacer eso. Con el Magisterio de la Iglesia, que interpreta para nosotros la Palabra de Dios, necesitamos también interpretarla en el sentido amplio de nuestra vida, que el Espíritu Santo nos ilumine y nos ayude.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!