“En aquel tiempo, Jesús comenzó a enseñar a sus discípulos, diciendo: El Hijo del Hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser asesinado y resucitar después de tres días. Lo decía abiertamente. Entonces Pedro tomó a Jesús aparte y comenzó a reprenderlo. Jesús, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: “¡Apártate de mí, Satanás!” ( Marcos 8,27-33).
Discípulo es discípulo
Palabra dura, hermanos y hermanas. La traducción “apártate” no da la idea correcta de lo que Jesús le dijo a Pedro. Jesús no quiere que sus discípulos se alejen de él.
El texto trae la expresión “ópisō”, referente a “atrás”, indicando un lugar específico a ser ocupado por Pedro y los discípulos, es decir, detrás de su maestro. El discípulo debe seguir a su maestro y no al contrario.
Ya han visto el caos en la sociedad moderna, donde aquellos que deberían ser maestros están subyugados a una posición casi nula, inexistente. No sé si ya lo han percibido, ¿no? Cuando se invierten los valores, ¿no es? Los hijos quieren ser los maestros de los padres, ¿no es así? Ahí se crea la confusión.
¡Qué triste, ¿no?! Ver en nuestros días que en vez de ser maestros de sus hijos, los padres se han convertido en pésimos ejemplos; por otro lado, ejemplos de vicios, de degradación moral, contra-testimonios de la fe cristiana. Y por increíble que parezca, esto acaba convirtiéndose en tema de programas de televisión que llevan más de dos décadas en el aire, y muchos católicos mirándolos y, peor aún, patrocinando este tipo de programas que invierten los valores de la familia, los valores de esta relación que Jesús quiso dejar bien clara. ¡Maestro es maestro, discípulo es discípulo!
La inversión que Jesús enfrentó fue la no aceptación de su persona, incluso en su misterio de sufrimiento.
Jesús tuvo que poner a Pedro en su debido lugar: atrás, tú eres discípulo. Nadie puede pretender enseñar a Jesús cómo debe salvar al mundo.
Es Jesús quien nos revela misteriosamente el modo con el cual Él salva, Él redime, Él libera a toda la humanidad decaída. Hay una lógica en la cruz de Cristo que el mundo quiere evitar. No es posible ser cristiano y querer renunciar al discurso de la cruz del Señor. Quien quiere seguir a Jesús tiene que estar dispuesto a pagar el precio. ¿Cuánto te cuesta testimoniar el nombre de Jesús? ¿Dónde estás hoy? ¿En que realidad estás inserto?
Tengo que decirte: no niegues tu fe. No dejes que el testimonio que se te pide pase, sino que asumas tu lugar, asumas tu identidad. Ocupa el lugar que te pertenece. No te salgas del camino del Señor. No vuelvas atrás, sigue a Jesús con todo tu corazón hasta el final.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!