“Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas” (Lc 12, 35).
Necesitamos ser, de hecho, operarios del Señor con toda la prudencia y determinación que se exige de un buen operario; aquellos hombres que están esperando su Señor volver de la fiesta de matrimonio para abrir inmediatamente la puerta, y nosotros podemos estar durmiendo, no podemos estar dormidos, no podemos vacilar. Es necesario a todo momento estar cuidando de nosotros mismo. Y ceñir los riñones es decir: “Estoy atento”, “Estoy conectado a la gracia”, para que nos desviemos, para que esté en aquel estado de somnolencia y nos dejemos llevar por los tiempos en que estamos.
Aquí no solo riñones ceñidos, pero las lámparas encendidas, porque, si tu apagas la lámpara del interior, del alma y del corazón, el corazón va para la oscuridad, y es lo que ocurre cuando apagamos la luz de nuestra habitación y queremos levantar, vamos caer si no estamos con la luz encendida. No podemos caminar en la oscuridad, no solo caemos, pero caemos, dañamos y muchas tragedias y desastres ocurren.
Permitamos que a luz de Jesús esté guiandonos y no quedemos en las tinieblas y tampoco en la oscuridad
Imagina seguir en la oscuridad del alma. Jesús es la luz del mundo, es su luz que necesita estar en nosotros para ser lámparas encendidas, iluminando los caminos por donde estamos pasando para no seguir en las tinieblas, para no caminar en la oscuridad, para no perder en el camino del mundo, en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos porque las tentaciones viene para dentro de nosotros.
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A veces, tenemos mal pensamiento, tenemos un mal sentimiento, a veces, viene dentro de nosotros un sentimiento negativo y mal, en lugar de coger la luz, que es Jesús, y encender dentro de nosotros y encender nuestro corazón, dejémonos guiar por ese sentimiento, por ese pensamiento y vamos nos envolviendo en cosas oscuras; y, cuando vemos, estamos en las tinieblas, los riñones no están ceñidos y las lámparas no están encendidas.
No importa el momento que el Señor viene, no importa el momento que tengamos que salir de ese mundo, sea de mañana, o a la tarde o a la noche, de madrugada o por la noche, es importante no dejar el alma oscurecer, es importante no dejar que nuestro corazón se lleve por las tinieblas. Pasamos por las amarguras de la vida, por las noches oscuras del alma, pero, en la noche más oscura del alma, en el sufrimiento más duro que podamos pasar en esta vida, permitamos que la luz de Jesús esté guiandonos y no quedamos en las tinieblas ni en la oscuridad, pero que la luz de Jesús nos de la dirección de la vida y del corazón.
¡Dios te bendiga!
