“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un mudo, endemoniado. Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel. Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.” (Mt 9, 32-38).
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Mis hermanos y hermanas, un hombre mudo estaba poseído por el demonio. Así que el demonio fue expulsado, el hombre comenzó a hablar. Esta información es importante, porque, además de la imposibilidad de hablar, ese hombre sufría la opresión demoníaca para que permaneciera para siempre de esa manera.
Existe un trastorno que se llama mutismo selectivo, no sé si han oído hablar de él. Es la incapacidad que tiene la persona de abrirse con determinadas personas o en determinados contextos. El llamado mutismo selectivo. No me estoy refiriendo aquí a la cuestión de la mudez física, ¿de acuerdo? Que quede muy claro. Eso es otra cosa. Me refiero a esa incapacidad de abrirse, de contar algunos dramas, de compartir algunos hechos con alguna persona de confianza.
Cuando el alma se calla
Peor que las cosas que hacemos o las experiencias que vivimos, es no poder compartirlo con alguien. Peor que el pecado que cometemos, es aprisionarnos dentro de nosotros mismos y no poder compartir nuestro dolor con otra persona. Y es ahí donde el mal se aprovecha y genera en la persona una sensación de culpa, de indignidad, de no poder ser nunca perdonada por aquello que hizo, de vergüenza por aquello que sucedió. Todo eso se convierte en una prisión diabólica, en la que el demonio encierra a la persona dentro de sí misma, generando cada vez más soledad y vacío.
Jesús llega para poner fin a todo eso. Para ayudarnos a salir de nosotros mismos, de nuestros encierros y verbalizar aquello que sentimos, para liberarnos de la opresión del mal. ¡Qué importante es crear estos espacios de apertura y de diálogo, donde las personas puedan decir aquello que sienten con libertad! ¡Qué importante son estos espacios dentro de la familia, en el ambiente de trabajo, en nuestras comunidades! ¡Qué importante es encontrar un hermano de comunidad, un hermano de camino, en quien podamos confiar nuestras miserias! Que el Señor providencie para nosotros todo eso.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!