“Después de lavar los pies de sus discípulos, Jesús dijo: “En verdad os digo, el siervo no es más que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió. No hablo de todos vosotros; yo conozco a los que he elegido. Pero es preciso que se cumpla la Escritura: ‘El que come mi pan ha levantado contra mí su calcañar’. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis que Yo Soy” (Juan 15,9-17).
Lavar los pies
Mis hermanos y mis hermanas, en el texto de hoy aparece el término pternan, que significa “calcañar”. Sin embargo, tiene también el significado de perjudicar a alguien con astucia, a escondidas, a espaldas de la persona, usando artimañas, tácticas, premeditando y articulando el mal.
Fue este tipo de persona la que Jesús quiso tener, ¿saben dónde? Justo a su lado. Porque, cuando Él se refiere a ese comportamiento, está haciendo mención a quien come de su pan. Y Jesús vivió eso en la Última Cena con Judas, cuando le ofreció el trozo de pan. Quizás ya hayas vivido esa dura experiencia de sufrir el mal premeditado de alguien. Ese mal hecho a escondidas, sin que te dieras cuenta. Quizás estés atravesando una experiencia dolorosa, de una traición por parte de alguien a quien considerabas mucho.
Jesús tuvo que lavar los pies de Judas. Pero fácilmente nos viene el deseo de pagar mal con mal, de devolver con la misma moneda el mal sufrido, de vengarnos de alguna forma de esa persona o de alegrarnos con el mal de esa persona. Es necesario aprender a lavar los pies también de Judas.
Él fue amado con la misma intensidad con que Juan, el discípulo amado, fue amado. Quizás Judas fue más amado.
Judas nunca fue un desgraciado, un despreciado, dejado de lado. Al contrario, él ocupaba una función dentro del grupo. Pero lejos de la luz, del amor de Cristo, él generó en su corazón sentimientos horribles contra nuestro Señor y todo el grupo de los discípulos.
Quien no mira a los ojos, seguramente, levantará el calcañar contra sus hermanos.
Luchemos por vivir el amor radical, porque la mejor denuncia contra los comportamientos de alguien es un testimonio fiel a Jesucristo y a su Evangelio.
Por eso, pidamos la gracia al Señor, el don de la fidelidad hasta el fin.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!