04 Jun 2022

Jesús quiere expulsar todo el mal de tu corazón

“Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: Señor, ¿y qué será de este?” (Jn 21, 20-21).

Mira, mis hermanos y mis hermana, la curiosidad de Pedro – curiosidad esta que, muchas veces esta presente dentro de mí y de ti. Cuando miramos para la imagen de Pedro, en algunos momentos, tenemos alguna repulsa a sus comportamientos, muchas veces nos alegramos, quedamos espantados, maravillados con algunos comportamientos de Pedro; con las ls formas de hablar, pero en verdad Pedro esta dentro de cada uno de nosotros.

También traemos cincuenta por ciento de esta estas realidades: luces y tinieblas e imperfección; santidad y los pecados. También encontramos dentro de nosotros estas realidades, cosas tan preciosas, cosas lindas y maravillosas que Dios hace en nuestra vida, pero muchas veces encontramos muchos comportamientos infantiles, otros comportamientos pecaminosos, mucha inmadurez en nuestro corazón. Pero el Señor camina con nosotros, así como hizo con Pedro.

La Palabra habla que Pedro ha visto Juan, y él fue tentando a poner los ojos en la vida y en destino de Juan. Pedro fue tentado justamente con aquel mal que, muchas veces, quiere opinar en la vida del otro, quiere muchas veces dar reglas y lo que hacer, pero para el otro, no para sí mismo. Aquel mal – hablamos así – que vivimos hace muchos años: el mal de espiar la vida del otro. “Es solo una un mirada, no tiene nada de malo”. Mientras eso, se olvida de la propia vida. “Es solo un chisme”, “Es solo un comentario”, pero esto es tan terrible en nuestra vida cristiana, en nuestra vida moral, porque vamos olvidándonos de nuestras imperfecciones y vamos cuidar de la vida del otro. ¡Eso es terrible!

Jesús, en la fuerza de Su ternura y de Su amor, quiere convertir mi corazón y el tuyo

Ese mal Jesús quiso expulsar del corazón de Pedro, tanto fue eso, que su respuesta es: “¿Y a tí que te importa?”. “A ti solamente sígame”, es seguimiento y más nada. A Pedro solo basta seguir Jesús y no pensar sobre la vida de Juan. De la vida de Juan se ocuparía Jesús, pero la vida de Pedro era él que tenía que tomar en las manos su vida y su destino.

Aquí tenemos, más o menos, como pano de fondo aquella herida atrás, de Caín y Abel, cuando Caín puso los ojos de la envidia en la oferta de su hermano Abel y se olvido de ponerse delante de Dios, a los ojos de Él.

La herida del celo, la herida de la envidia, aquella herida terrible de la comparación, de compararnos unos con los otros. Pero, ¿cuál es la cura para esta herida? Seguir Jesús, estar cerca de Él, buscar la santidad, dejar que la gracia y la obra de Dios ocurra en primer lugar aquí dentro, para que estas semillas del mal sembradas en nuestro corazón de la envidia, del celo y de la comparación no nos lleve a criticar nuestros hermanos, a poner los ojos sobre la vida de nuestros hermanos y olvidar de nosotros, a comentarios maliciosos contra nuestros hermanos; hipocresía, hablar mal de nuestros hermanos.

Usamos una palabra muy interesante hoy, “detonar” la persona, como se detona una bomba. Es justamente, muchas veces confundir la vida del otro sembrando la discordia. Eso necesita ser expulso de nuestros corazones.

Jesús, en la fuerza de Su Palabra, en la fuerza de Su ternura y de Su amor, quiere convertir mi corazón y el tuyo para que ocupemos mucho más de nuestra propia vida, de nuestro camino y dejemos que la vida del otro se ocupe Dios, ocupate de nuestro Señor.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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