“En aquel tiempo, uno de entre la multitud le dijo a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo”. Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha puesto por juez o partidor entre vosotros?”. Y les dijo: “Mirad y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12, 13-21).
Juzgado de Familia
Hermanos y hermanas, hoy es domingo, el decimoctavo domingo del tiempo ordinario. Es el día del Señor, día de participar en nuestra comunidad, en nuestra parroquia, día de estar juntos como hermanos celebrando la presencia del Señor en medio de nosotros.
Alguien, en medio de la multitud, le hace una petición inusual a Jesús. Y yo estaba pensando que este pasaje bíblico quizás sea el origen de esa expresión: “¡Solo Jesús en esta causa!”. Usted ya debe haber escuchado eso, porque llevan a Jesús a una causa familiar.
La petición que hacen es que Jesús sea juez en la pelea de dos hermanos por una herencia. Un tema muy pertinente, porque, en muchas familias, ¡cuántas situaciones por causa de herencias, cuántas peleas, cuántos desencuentros entre hermanos en el momento de la división de los bienes!
Jesús enseguida se dio cuenta de que el problema era la avaricia.
Esta situación sirve para ejemplificar, pues Jesús contó una parábola, pero no la hemos leído aquí. La parábola de hoy habla de un hombre rico, e ilustra muy bien el estilo de vida basado únicamente en las cosas de este mundo y en los bienes materiales. El texto usa diversas expresiones, y lo invito a usted a leer este Evangelio, para que pueda tener una comprensión bien detallada de lo que el padre está diciendo.
Usa expresiones que denotan intimismo y un egoísmo muy fuertes: “pensaba para sí”, “mi cosecha”, “mis graneros”, “mi trigo”, “mis bienes”… Aquí, el autor sagrado exagera con los pronombres posesivos, justamente para mostrar una vida totalmente autorreferencial.
Una existencia que dialoga solo con el propio ego, con el propio ombligo. El hombre de la parábola se hizo a sí mismo varias preguntas, pero estas solo servían para alimentar aún más su sed de poseer y guardar cosas. Y la pregunta que nunca se hizo fue esta: ¿para quién será lo que estoy acumulando?
¿No será que también a nosotros nos falta preguntarle eso a nuestra conciencia? ¿Esta realidad que he buscado no será una mera vanidad? ¿Todo esto que estoy viviendo me está haciendo ser una persona más de Dios? ¿Vale la pena desgastarme en un objetivo que no corresponde a Su voluntad?
Esto nos recuerda la primera lectura de hoy, ¿no es así? ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad, todo pasa!
¿No es momento de que nos esforcemos más por las cosas de arriba, de buscar las cosas de arriba, cosas que, de hecho, construyen nuestra vida y nos hacen personas más de Dios, personas más caritativas, más atentas a la necesidad del otro?
Hagámonos esta pregunta hoy, porque muchos se pierden con otras preguntas. Pero es el día y el momento de observar con atención a nuestra conciencia: ¿Cómo estoy viviendo mi vida y cómo me estoy preparando para la vida definitiva, que es la vida eterna con Dios?
¡Un buen domingo
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!