“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6, 54).
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Observa, mi hermano, que toda liturgia que nosotros hemos visto en este tiempo pascual habla de Resurección y vida eterna, habla que Jesús es Aquel que puede traernos la felicidad plena. Parece que [la homilía] esta siendo repetitiva, pero es lo que Jesús quiere dejar resaltar, pues Él, y solo Él, puede darnos la vida eterna, solo Él puede resucitar en el ultimo día.
Entonces, yo observo, mi hermano, que la liturgia quiere realzar, en nuestro corazón, esto: É es el esencial para nuestra vida, y esta es la palabra que quiero traer para ti. Cuanto más nosotros nos convertirnos íntimos de Cristo, más comprendemos los misterios insondable del Reino del Cielo. Porque cuando Jesús habla “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna”, Él esta diciendo de nuestra unión con Él, de nuestra intimidad con Él. ¿Y cómo nosotros hacemos eso, mi hermano, mi hermana? Por medio de la oración.
Quiero nombrar un libro de Santo Afonso Maria de Ligório que se llama ‘La oración’. Él nos habla así para nosotros: “Quien reza se salva, quien no reza se condena”. ¿Qué eso quiere decir, mi hermano, mi hermana? Que solo por la oración podemos unirnos a Dios.
¿Cuál es la centralidad del corazón de esta liturgia, de este Evangelio de hoy? Cuanto más somos íntimos de Dios, más conoceremos Sus misterios. Quedamos incluso depresivos, a veces diciendo: pero yo voy, voy y voy en la Misa; rezo, rezo, rezo y nada ocurre..
¿Será que tu estás rezando correcto? San Tiago nos habla así: Quien pide y no recibe es porque no estás pidiendo bien, es decir, has rezado mal. ¡No hay como una persona, que es intima de Él, seguir siendo la misma persona y no producir ningún fruto, y frutos de vida eterna! Mi hermano, mi hermana, Jesús esta nos hablando que Él debe ser el centro de nuestra vida. Todo lo que vamos hacer, nosotros necesitamos hacer como Él en el centro de todo.
Solo Él puede darnos la vida eterna, solo Él puede resucitarnos en el último día
Ya he hablado, en algunas homilías, pero quiero traer aquí para que tu puedas comprender como nosotros, que tenemos esta intimidad con Cristo, lo que eso impacta en nosotros. Impacta que nosotros vamos tener más fe, vamos ser más cercanos de Él, y todo lo que hicimos, vamos hacer por Él.
Cuando tenía 17 años, yo tenía el sueño de todo joven: tener licencia para conducir. Solo que era una persona que no conduce bien, y aún haciendo las clases, me equivocaba mucho. Yo dije: ahora, en el día de la examen, no voy conseguir hacer. Pero porque yo era un hombre de oración — y, con toda la humildad, sigo un hombre de oración – , sentí, en mi corazón, de despertar a las tres, período antes del amanecer y, allí, rezar para el día de mi examen, que iba ser a las siete de la mañana. Cuando mi hermano, mi hermana, yo fui para mi habitación y he rezado, yo pedí al Señor: “Señor, controla mis sentimientos, controla mis afectos, controla mis emociones”; y fui rezando para Jesús de esta forma. Cuando he llegado para hacer el examen, primero, fueron los que estaban delante de mí, y yo fui el último. ¡Fui excelente! He aparcado de una forma excelente y, cuando he salido del coche, el instructor me dijo: “No sé que pasó contigo, pero tu examen fue perfecto”.
¿Por que yo estoy trayendo un testimonio sencillo como ese? Porque aquel que se une a Cristo, aquel que pone su confianza en él, incluso en las dificultades del día a día, va conseguir superar, porque, Cristo esta con nosotros. “Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna”, es decir, tiene la vida en plenitud, sea de forma material, sea de forma espiritual, nada noa va faltar.
Ese testimonio que he dado en la homilía, varias personas me enviaron diciendo: “Padre, yo vi tu testimonio. No conseguía sacar mi licencia para conducir, pero he venido testimoniar que conseguí sacar mi licencia para conducir”. ¡Mi hermano, mi hermana, nuestro testimonio en Dios puede impactar otras personas! E incluso personas de 65 años de edad conseguirán permiso para conducir. ¡Quien tiene fe en Cristo tiene la vida eterna!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
