Necesitamos alimentarnos de Jesús y permitir que Él sea el alimento de nuestra vida
“Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera” (Jn 6, 48-50).
Necesitamos del alimento para darnos la vida, para que podamos sobrevivir. Pero, a veces, nos centramos en el alimento terreno: el arroz y la alubias. El “pan de cada día” necesitamos para nuestra subsistencia, para nuestros hijos, sin embargo, este pan no sacia nuestra hambre. Además, por veces, nos deja saciados, pero sin permitir que encontremos el sentido de nuestra propia vida.
Jesús esta diciendo: “Yo soy el Pan de la vida. Quien come de este Pan, jamás tendrá hambre”. Necesitamos alimentarnos de Jesús y permitir que Él sea el alimento de nuestra vida. Jesús alimenta nuestra espiritualidad, nuestra alma, nuestros sentimientos y nuestros afectos.
La luz de Jesús entra en nuestro interior y da sentido a nuestra vida y para nuestra existencia. Alimentarse de Jesús no es solo recibir la Eucaristía. La es el Sacramento por excelencia, es nuestro punto de llegada en la dimensión de nuestro camino espiritual. Pero, nos alimentamos de Jesús cuando asumimos en nosotros los sentimientos de Él, el pensamiento y la vida de Él.
Nos alimentamos de Jesús cuando nos alimentamos de Sus Palabras, cuando nos alimentamos de la Biblia que es la Palabra de Dios por que es la Palabra de Dios por excelencia. Alimentamos nuestra vida espiritual por la vía de la oración cuando nos ponemos en la presencia de Él, para vaciarnos de nosotros y llenarnos de la presencia del Señor.
Nuestra alma esta sedienta, nuestro corazón está hambriento y anhela por la presencia de Dios. Cuando vamos al encuentro del Señor es necesario que vaciamos el alma y el corazón, para que ellos se llenan de la presencia de Él. Es necesario que los sentimientos y los pensamientos, tan llenos de devaneos, se calmen para que Dios guía nuestra vida.
“Señor, tú eres el alimento de la vida eterna, queremos alimentarnos de Ti para que nuestro corazón esté en la eternidad”.
¡Dios te bendiga!