“En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y rezó diciendo: Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17, 11-19).
Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:
Mis hermanos y mis hermanas, el capitulo 17 de Juan se abre con la oración de Jesús al Padre por Sus amigos, por Sus discípulos. Jesús es Dios, y porque es Dios reza por Sus discípulos. Pero interesante: ¿por que recurrir al Padre pidiendo la protección, siendo que mismo Jesús podría hacer eso por Sus discípulos? Nosotros volvemos en aquella promesa de Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
La oración que Jesús hace, en el Evangelio de hoy, al Padre se refiere aquellos tres días en que Él estuvo ausente, oculto en la mansión de los muertos. Él ama mucho sus discípulos, que deja los suyos bajo a los cuidados del Padre por tres días. Esta forma de amor me recuerda las madres cuando tiene algo muy importante para hacer y tiene que dejar los hijos con alguien, entregan eses hijos para una persona de confianza y dan una serie de recomendaciones para ella.
Cristo ha rezado por Sus discípulos
Lo que Jesús esta haciendo es un gesto de cuidado sobre cada uno de Sus discípulos. No ha existido, no existe ni existira un solo día que nosotros no tengamos el cuidado de Dios en nuestra vida. Jesús no pide al Padre un cuidado de niñera, como Él dijo: “Yo pido que no quites del mundo, pero que los guarde del maligno”.
Probaciones, tentaciones y tribulaciones nosotros tendremos en este mundo, pero, por la oración de Jesús, nosotros fuimos consagrados y recibimos un escudo protector para los momentos que estas situaciones han venido en nuestro camino. Jesús ha rezado por Sus discípulos. Jesús ha dejado, en las manos del Padre, el cuidado de aquellos tres días de ausencia. ¡Es un amor inmenso!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!