“¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes cierran a la gente el Reino de los Cielos. No entran ustedes, ni dejan entrar a los que querrían hacerlo. ¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes recorren mar y tierra para ganar un pagano y, cuando se ha convertido, lo transforman en un hijo del demonio, mucho peor que ustedes” (Mt 23, 13-15).
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La liturgia de este día nos lleva a reflexionar sobre el compromiso que nosotros tenemos que anunciar de forma fiel y coherente a la Palabra de Dios. Ese compromiso es lo que nos va proteger para no caer en lo que Jesús, hoy, denuncia con vehemencia, que es la hipocresía.
Jesús denuncia la hipocresía de los maestros de la Ley y de los fariseos, es decir, condena esta práctica de actuar solo por apariencia o interés. Y Jesús usa varias veces la palabra “hipócritas” para señalar esta incoherencia de ellos y mostrar que, debido la forma como actúan, ellos son merecedores del infierno y no del Reino del Cielo.
Algo que Jesús siempre condeno y siempre va condenar es la hipocresía
A partir de este Evangelio de hoy, nosotros también somos invitados a hacer una revisón de vida, somos provocados a cuestionarnos si no estamos viviendo así también. Porque podemos, de forma muy sutil, estar predicando una cosa y viviendo otra; y, más aún, podemos estar exigiendo algo de nuestros hermanos que nosotros mismos no somos capaces de cargar.
Podemos concluir que el Evangelio de hoy es una gran provocación para hacer esta revisión de nuestra vida. Este Evangelio nos ayuda a evaluar como esta caminando nuestra vida cristiana, como esta siguiendo nuestra vida en comunidad, es decir, como esta siguiendo nuestra vida en Iglesia.
Que esta evaluación pueda servir para nuestro crecimiento y para nuestra madurez en la fe porque algo que Jesús siempre condenó y siempre va condenar es la hipocresía.
Que nuestras oraciones puedan abrir nuestra mente y nuestro corazón para lo que estamos, de hecho, viviendo y estamos poniendo en practica de la Palabra de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
