“En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, su tierra, y sus discípulos lo acompañaron. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Muchos que lo escuchaban se admiraban y decían: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?»” (Marcos 6,1-6).
El poder de Dios
Hermanos y hermanas, el reduccionismo sobre la persona de Jesús ya lo acompañaba desde que caminaba por esta tierra.
Cuando hablo de reduccionismo, me refiero al desprecio o al desconocimiento de la divinidad de Jesús. No es que la humanidad del Señor no deba ser exaltada. Al contrario, Jesús es 100% hombre. Celebramos el misterio de la encarnación.
Cuando Jesús oye: «¿No es éste el carpintero, hijo de María?», ciertamente se sintió honrado en su humanidad debido a la profesión heredada de su Padre y también al conocimiento que todos tenían respecto a su Madre, la Virgen María.
Jesús no se avergüenza de sus raíces.
Lo que sucede, en este episodio del Evangelio, es que los habitantes de Nazaret, llenos de prejuicios, no consiguen ir más allá de lo que ven en Jesús, su humanidad. Transformaron la humanidad de Jesús en piedra de tropiezo, en escándalo, dice el texto.
No aceptan a Dios hecho carne. Niegan que de Jesús vinieran los milagros, la sabiduría, la autoridad, y con ello dejan de experimentar la fuerza de Dios que actúa en Él.
El mundo de hoy no es muy diferente. El mundo de hoy hace todo lo posible para desacreditar a Jesús en su divinidad. ¡Incluso se hacen chistes irrespetuosos con el nombre de Jesús! Pero me dirijo a ustedes, que son cristianos y creen en Jesús. ¿Se maravillan con el poder de Dios que actúa a través del Señor? ¿Creen que, de hecho, Él es Dios y puede hacer grandes cosas en su favor? ¿O han reducido a Jesús a hermosas enseñanzas, pero la vida sigue igual?
Muchas veces, tenemos expresiones como «Jesús es maravilloso, Jesús es hermoso», pero seguimos traicionando a la esposa, al esposo. Jesús es maravilloso, pero seguimos viviendo en pecado.
Cierto día, escuchaba, por casualidad, a una cantante muy famosa decir que Jesús era todo en su vida, en la vida de su marido, etc. Y entonces, cuando abrió la boca para empezar a cantar, era la letanía del caos de la vida de una pareja.
Me pregunté: ¿qué Jesús es ese que ella dice haber encontrado? ¿Qué Jesús es ese con el cual ella dijo haber tenido una experiencia personal? ¿Un Jesús que no fue capaz de cambiar su forma de cantar? ¿Incluso las letras de la canción? Porque, ciertamente, si ella canta el nombre de Jesús, la discográfica la excluirá, ¿no?
Entonces, decir que amamos al Señor nos compromete. Jesús es nuestro Dios, es nuestro Señor, majestuoso en su humanidad y también en su divinidad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!