“Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás” (Lucas 11,29).
Mis hermanos, en aquel tiempo y tambien en nuestro tiempo, desgraciadamente buscamos señales. Los adversarios de Nuestro Señor o incluso la multitud — en el caso aquí las multitudes — estaban atrás de Neustro Señor porque querían espectáculos.
Así como, por supuesto, no es un espectaculo, pero en el antiguo Testamento, ellos escucharan los grandes hechos de Nuestro Señor contra el faraón, los grandes señales que Nuestro Señor realizo en el cielo, en la tierra, en el mar.. Entonces, ellos esperaban que el Señor realizase grandes prodigios, pero Jesús dijo a él: “Mira, ningún señal va ser dado, ya hubo la señal de Jonas”. Jonas fue una gran señal para los ninivitas, para que ellos se conviertan.
Ya hubo una gran señal por medio de la sabiduría de Salomón, incluso la reina del sul se impresiono con la sabiduria de él. Ya bastan las señales, porque Jesús era la señal, Él es la señal, no una señal, simplemente externo, pero una señal que cambia el corazón y el alma.
Jesús no quiere nuestra adhesión por la emoción, por aquello que puede impresionar
Jesús no quería coger nadie, vamos decir así. Él no quería conquistar nadie por la emoción, por la ilusión. Jesús quería conquistar las personas en el corazón, en una adhesión verdadera a Él. No es en la ilusión, pero en la adhesión de corazón que el Señor quiere conquistarnos, que Él quiere conquistar a ti.
Mis hermanos, ¿Nuestro Señor va realizar señales? Creo que sí. Él ya os realizo en nuestro tiempo sí, pero no vamos en busca de señales, vamos aún en busca del Señor. Él es la señal del Padre, y Él basta en nuestra vida.
Hagamos ese camino, mis hermanos, de no buscar señales, prodigios, milagros, pero busquemos el señor del milagro, el Señor de la fe, Nuestro Señor Jesucristo.
Las señales llaman para la fe, es verdad, pero la falta de señales… Si tu estas pidiendo y no logra, también se llama la fe. Nuestro Señor el llama también a confiar en Él sin las señales, pero confiar que Él es el Señor.
Él no quiere nuestra adhesión por la emoción, por aquello que puede impresionar, por el impresionismo, por el ilusionismo. El Señor no nos quiere discípulos así, por causa de eso, pero Él quiere nuestra adhesión de corazón, quiere nuestro comprometimiento con Su Reino.
Miremos para Cristo, las señales que Él ya nos dejo nos bastan: la Sagrada Escritura, Su Palabra, la Eucaristia y los demás sacramentos ya son las señales del Señor en nuestra vida. Lo que resta a nosotros es la conversión, la “tener vergüenza en la cara”, adhesión a Él de corazón y a Su Reino.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
