En la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, queremos exaltar a Cristo Crucificado, el Señor Nuestro Dios que murió en la cruz dando la vida por nosotros
“De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna” (Juan 3,14)
En la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, queremos exaltar a Cristo Crucificado, el Señor Nuestro Dios que murió en la cruz dando la vida por nosotros. No podemos ignorar el misterio de la cruz, la redención realizada por Jesús en el calvario, por eso, hoy, exaltamos la cruz de Cristo, la cruz sagrada y bendita, la cruz redentora y salvadora.
Sabemos que la cruz por la cruz es un signo de maldición, y el libro del Deuteronomio dice: “Maldito aquel que sea colgado en el madero”. El castigo más severo, la pena de muerte más brutal que la humanidad conoció fue colgar a un ser humano del madero, y allí pasó todo el tiempo crucificado, colgado, expuesto al ridículo. Y todos los que pasaban se burlaban o eran indiferentes. Para todos quedaba claro que, allí, estaba un criminal, un bandido o malhechor.
Cristo Jesús no hizo ningún mal. Él vino a recuperar el bien y la bondad que se perdieron por causa del pecado, y se sujetó a tal punto que vivió nuestra humanidad, experimentó, en su propia carne, el castigo de la maldad humana, experimentó lo malo que se hacen los hombres unos a otros. Cristo no aceptó ser colgado en la cruz para decir si era correcto o no, es obvio que su muerte fue injusta como lo son tantas muertes en la historia de la humanidad. Lo cierto es que la prueba de amor de Dios para con nosotros llegó a su plenitud en lo alto de la cruz.
Dios nos ama de diversas maneras, desde la creación del mundo, a la encarnación de Dios, pero un Dios que muera en la cruz se volvió un escándalo para los judíos, se volvió una locura para los paganos, sin embargo, para nosotros es el poder salvador de nuestro Dios.
¿Qué poder es? Es el poder de quien se humilla para vivir la profundidad de la humildad sumada al amor que salva, rescata y sana. Por eso, todo el que mira a Cristo Crucificado encuentra no solamente sanación física, sino que encuentra en Él la sanación del alma, de los sentimientos, porque lo que nos deja enfermos y lastimados es la maldita soberbia, el orgullo y el egoísmo.
Cuando miramos el despojo pleno de Dios, aprendemos a despojarnos, y el alma se va despidiendo de toda esa soberbia, de toda vanidad que nos envuelve; y encontramos en Cristo la razón de nuestra vida y el sentido para nuestra existencia.
Cristo crucificado, nuestro Dios amado, alabado y exaltado sea el misterio de la Santa Cruz.
¡Dios te bendiga!