No basta conocer, es necesario dejar que nuestra voluntad esté sumisa a la voluntad de nuestro Padre
“Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre” (Mt 12, 49-50).
¡Me siento muy feliz cuando escucho este Evangelio! Para algunos, él parece confuso, pero para mí es una gracia divina, porque la Palabra de Dios es gracia.
Jesús esta mostrando lo que debemos hacer para pertenecer a la familia de Él. El Señor nos quiere íntimos y cercanos de Él. Necesitamos hacer parte de la familia de Jesús.
¡Sabemos que familia hace toda la diferencia! Hay la familia en que nacemos, pero hay una familia que nos adopta o que adoptamos. Dios nos adoptó en la familia divina, y esta adopción necesita ser asumida en la vida y en la practica. No podemos simplemente llevar a las condiciones consanguínea para pertenecer a una familia. En la cultura judaica, ese punto era fundamental, porque llevaban en cuenta las tribus que cada uno hacía parte. Jesús era de la tribu de Judá, y aquellos que hacian parte de esta tribu se sentían como una misma y única familia. En los días de hoy, la familia Silva es la mayor que tiene. Pero cuando es algo más singular, el reconocimiento se hace por la cuestión del nombre o del apellido.
En Jesús no es así. La familia de Él se conoce por aquellos que ponen en práctica en práctica la voluntad del Padre. No es por quien fue bautizado, por quien recibió la confirmación del bautizo, no es por quien va a la Misa todos los días o por quien pertenece a ese apostolado o grupo.
Existen cristianos anónimos en el mundo en que vivimos, los cuales, muchas veces, no son identificados a las iglesias, a los grupos, pero viven el Evangelio con la fuerza de la vida. Muchos están allí en comunidades aisladas, en situaciones periféricas del mundo, pero son hermanos de Jesús, son parientes de Él, pertenecen a la familia de Él.
Es muy doloroso para nosotros que frecuentamos la casa del Señor, que escuchamos la Palabra del Señor y, cada día, decimos: “Ese yo no conozco”. Porque oyó la Palabra de Dios, pero no puso en practica en la vida.
No basta conocer, es necesario vivir la practica, es necesario hacer de la Palabra de Dios el hilo conductor de toda nuestra vida, es necesario dejar que nuestra voluntad esté sumisa a la voluntad de nuestro Padre. “Ese es mi hermano, mi hermana, es mi padre y mi madre”, dijo Jesús.
¡Dios te bendiga!