“Le dieron el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” (Lucas 4,14-22a)
Espíritu Santo de Santidad
Amados hermanos y hermanas, se cumplió hoy este pasaje de la Escritura, como hemos oído. En la sinagoga de Nazaret, Jesús lee e interpreta un texto del profeta Isaías, aplicándolo a su persona.
Es aquí donde necesitamos detenernos, haciendo de Él su programa de acción como Mesías. Él es el Mesías esperado, y tiene toda la autoridad dada por Dios, por el Padre, para proclamar esta palabra: El Espíritu Santo de Dios está sobre mí.
Y ahí comienza el año jubilar. El año donde desciende sobre Cristo el Espíritu de Dios. Desciende sobre la Tierra el Espíritu de Dios trayendo salvación a la humanidad.
Y es interesante que, en la Liturgia, dice que el Espíritu Santo da vida y santidad a todas las cosas. Es el Espíritu que confirma la autoridad de Jesús, su identidad, su misión.
El Espíritu Santo consagró a Jesús como Mesías, es decir, el enviado de Dios. El reino que Jesús va a anunciar será el reino de la verdad, será el reino de la libertad, será el reino que hará nacer en nosotros el deseo de vida nueva. Aquel que escucha a Jesús y lo sigue tendrá esta gracia de ser lleno del Espíritu Santo y tener esta vida nueva. Nadie puede caminar en una vida de santidad sin primero recibir el Espíritu Santo y, a través de Él, la vida nueva, es decir, el abandono del pecado, de la vida vieja, de aquello que podría esclavizarnos.
Jesús vino para liberarnos, y el pueblo comienza a admirarse de sus palabras, porque da testimonio de sí mismo, diciendo que vino de Dios, que nació de Dios y que vino para traernos la salvación.
Él vino para liberarnos de la ceguera espiritual, Él vino para liberarnos de la sordera espiritual y hacer que acojamos el mensaje y la acción del Espíritu Santo de Dios sobre nosotros. Por eso, hermano mío, alégrate con esta noticia: Jesús vino para salvarnos y para resucitarnos con Él para una vida nueva.
Que la gloria del resucitado alcance tu corazón. Que Jesús ilumine al ciego y que todos lo reconozcan como el Salvador de la humanidad, porque fue para eso que Él vino.
Descienda sobre cada uno de nosotros y permanezca para siempre la bendición del Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
