21 Nov 2018

Entreguemos nuestra vida a Dios

Aprendamos con María a consagrarnos y entregarnos nuestra vida para Dios

“E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre”. (Mateo 12, 49).

La Iglesia nos da la gracia de celebrar la presentación de Nuestra Señora en el Templo. Aquella niña, prácticamente recién nacida, fue llevada por sus padres, Ana y Joaquín, para ser presentada al Señor.

Los padres sabían que aquella niña nació para ser toda de Dios, porque ellos eran enteros de Dios. Tanto Ana como Joaquín eran temerosos a Dios. Era una pareja que temía y obedecía al Señor Dios, por eso, generaron ese fruto bendito que es la Virgen María, Aquella que sería la Madre del Salvador.

María no presta solo su vientre para que Jesús, entre en él, es más que eso, porque el templo en que Ella es presentada, hoy, es el templo en que Ella se ha vuelto.

El templo es el lugar del encuentro con Dios. Cuando entramos en el templo, la gracia de Dios entra en nosotros entramos en ella también. Cuando María fue presentada al templo, Ella se convirtió un templo, un lugar donde Dios habitaba. Y, así, esa niña fue creada, esta joven creció y se convirtió Mujer y Madre de Jesús. Pero, Ella ya era (desde el vientre de su Madre) servía del Señor y, por eso, fue presentada aún niña para ser templo y lugar de la morada de Dios.

Lo que María fue y, aún es por toda la eternidad, es lo que Dios quiere que seamos. Yo acojo, con mucho amor en cada celebración, cuando los padres llevan al niño recién nacida para ser presentada en la Iglesia. Me siento feliz de ver que esta practica crece cada vez más en todos los lugares.

Y que no sea solo un ritual: “Yo voy llevar en la Iglesia para no quedar enferma, y no suceder ningún mal”. Llevemos a la Iglesia para prepararla para el Bautismo, para que luego sea bautizada y, más que eso, para que el niño crezca consagrada a Dios, a los cuidados de Él, pero vamos educarlo para que crezcan en el amor a Dios.

En una casa que tiene el temor de Dios, los hijos son, también, creados en este mismo temor y crecen en el amor a Dios sobre todas las cosas. Por eso, somos llamados de hermanos de Jesús, porque el padre, la madre y el hermano de Jesús, son aquellos que hacen la voluntad de Dios en su vida

María no hizo la voluntad de Dios solamente porque engendró Jesús, Ella hizo la voluntad de Dios porque, desde niña, fue toda de Dios. Aprendamos con Ella a consagrarnos y entregarnos nuestra vida para Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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