“En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino». Jesús le contestó: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él diga»” (Juan 2, 1-11).
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Hoy es un gran día para todos los brasileros. Es un día en el que celebramos con alegría a la reina y patrona de nuestro Brasil, Nuestra Señora de Aparecida. Somos un pueblo que ama a la Virgen. Y porque somos un pueblo que ama a la Virgen, deseamos de diversas maneras honrar y alabar a Dios por habernos dado una madre, por habernos dado una madre tan generosa.
Y no es de extrañar que no solo aquí, en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Aparecida, sino en todo el Brasil, haya iglesias y capillas dedicadas a Nuestra Señora de Aparecida, que en este día estén de fiesta, celebrando a esta madre generosa, a esta madre bondadosa.
Dios, en su misterio de amor y salvación, quiso tener una madre y no solo quiso tener una madre, sino que la dio a Ella como madre. Nosotros tenemos una madre. Tenemos una madre porque somos un pueblo necesitado de cuidados. Necesitamos la atención de una madre, los cuidados de una madre. Por eso necesitamos aprender a ser hijos, hijos de una
madre.
Dios nos ha dado una madre, una madre solícita, una madre atenta a nuestras necesidades. Una madre que está atenta al vino que se ha terminado, al vino que ya no tenemos.
María es la Madre del pueblo brasilero y de todos nosotros
El pasaje de las bodas de Caná es para todos nosotros una clara demostración de este cuidado, de esa atención de madre. Una madre que ve la necesidad de sus hijos e intercede por su Hijo. Él que todo lo puede, Él que todo lo realiza en nuestras vidas. Y cuando una madre pide, su hijo no se niega. ¿Qué hijo rechaza una petición de una madre, especialmente de una que es tan generosa, una madre tan buena?
María es Reina de Brasil y siempre lo será. Pero más que una reina, María es la madre del pueblo brasilero. María es la madre de todos nosotros. Por eso, en este día, pidamos la gracia de recurrir siempre a su regazo materno, a su intercesión. Es Ella quien nos acoge, es Ella quien ve allí nuestra mirada, nuestra mirada suplicante.
A menudo rezamos nuestras oraciones, dirigimos nuestra mirada a la imagen de Nuestra Señora. Una imagen tan sencilla, que un día fue encontrada en el río, pero que el pueblo, un pueblo de fe, un pueblo sencillo, recurre a ella.
Y en este día, en este día en que celebramos su fiesta, su solemnidad, que le presentemos a Ella todas nuestras necesidades, que le presentemos a Ella el vino que se ha acabado, que le presentemos a Ella nuestras miserias, nuestras dificultades, nuestras angustias, también nuestras necesidades materiales, pero principalmente nuestras necesidades espirituales.
Que la Virgen María ruegue por nosotros en este día. Nuestra Señora de Aparecida, ruega por nosotros.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.