“En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco.” (Mateus 3,16-17).
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Celebramos hoy, con toda la Iglesia, la fiesta del Bautismo del Señor. La primera expresión del texto que nosotros vemos: “El Cielo se abrió”; Jesús aseguro: “Yo soy la puerta”, nosotros vemos eso en el Evangelio de San Juan. Es Jesús que abre las puertas del Cielo y viene para traer cada persona, para cada uno de nosotros.
Jesús permitió que el Cielo se abre, a la encarnación del hijo de Dios nos ha dado esta posibilidad, y aquella separación entre Cielo y Tierra ya no existe más. Jesús rompe el velo que ocultaba el rostro de Dios. Ahora, Dios se hace ver, se hace tocar en la persona de Su Hijo Jesús. Cayó aquel muro de separación que nos impide de tener acesso a Dios.
Nos habla la Palabra que el “Espíritu Santo como paloma”, la alusión para aquella paloma suelta después del diluvio, para garantir que ya tenía tierra segura. Ahora, esta paloma esta sobre Jesús, es decir, Jesús es nuestra tierra segura, Jesús ahora es nuestro puerto seguro, es el lugar donde nosotros podemos caminar con seguridad.
Es día de alegrarnos con la Iglesia que es para nosotros ese sacramento de salvación
La paloma que es el Espíritu, esta nos mostrando JEsús como un lugar de salvación para todos nosotros, lugar de vida nueva y de vida segura. Él es la señal de nueva y eterna alianza de Dios con los hombres.
En Jesús, nosotros tenemos nuestros pecados perdonados, ahora ya no necesitan más de aguas del diluvio para ahogar los pecados de la humanidad, podemos lanzarlos en Cristo Jesús, Él es para nosotros este lugar de salvación.
Y “del Cielo vino una voz”, la voz es la confirmación. Sobre nosotros tambien fue proferida una voz de confirmación. Cuantas vezes, sobre nosotros, la voz de Dios fue proclamada: en nuestro bautismo, en nuestra confirmación, en la Carisma, en la Eucaristia, en el sacramento de la Orden, en el matrimonio, en la unción de los enfermos, en el sacramento de la reconciliación. La voz de Dios se hace oír, hijos amados, perdonados, reconciliados y traen para cerca de Dios.
Entonces, tenemos la oportunidad también de oír sobre nosotros esta voz que trae una mensaje muy sencilla, pero más profunda: “Tu eres mi hijo amado, en ti he puesto mi agrado, mi bien querido”. Somo todos amados en Cristo Jesús.
Hoy, al celebrarnos la fiesta del Bautismo del Señor, en la persona de Jesús, escuchamos esta voz de confirmación del Padre, somos sus hijos amados y necesitamos vivir la dignidad de esta vocación que nosotros recibimos.
Hoy es día de hacer memoria de nuestro padrino o madrina de bautismo, alabar a Dios por la presencia de estas personas en nuestra vida y en nuestra historia. Es día de alegrarnos con la Iglesia que es para nosotros ese sacramento de salvación, la Iglesia que trae para nosotros Jesucristo y nos da la oportunidad de sernos contados entre los hijos de Dios.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!