“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré” (Mateus 11,28).

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Mis hermanos, Nuestro Señor nos habla en este Evangelio, habla a la multitud que estaba allí afligida — siendo oprimida por los fariseos y por los maestros de la Ley por cuenta de la cantidad de leyes que pesaban sobre ellos. y Jesús ya habían denunciado esto: ellos atan pesados cargas para que los demás lleven, pero ellos aún no llevan nada.

Ellos enseñan, pero no viven; ellos quedan en la letra por letra sin misericordia y sin compasión con el prójimo, con el hermano. En la parábola del buen samaritano si muestra eso también: el sacerdote, el religioso no ha parado para estar con el prójimo que estaba allí, a la orilla del camino, pensó ser más importante un otro compromiso suyo cuando, en realidad, debería haber parado para mirar el hermano, el prójimo.

Ellos valorizan más la letra que la persona, más la Ley que el ser humano, y Jesús denuncia sobre eso. Y Jesús, al mismo tiempo, entonces, indica a las multitudes: “Mira, no sigas ese camino, pero ven a mí. Vengan a mí los que van cansados, porque mi yugo es suave, mi cargo es liviano”.

¿Cuál es la carga de Nuestro Señor? ¿Cuál es la Ley de Nuestro Señor? El amor a Dios y al prójimo, no más aquellas seiscientas y trece leyes, pero solo dos leyes: el amor a Dios y al amor al prójimo.

Vengan a mí los que van cansados, porque mi yugo es suave, mi cargo es liviano

Jesús quito todo el peso sobre aquella multitud. Ahora sí era posible vivir la Ley, pues, más de seiscientas leyes, ¿quién daría cuenta? ¡Era un peso! Fuera aún que no se valorizaba — como ya dije — la persona. Jesús resume la Ley en el amor a Dios y en el amor al prójimo. Si ama Dios, pero también ama el hermano.

Hoy nosotros celebramos San Ambrosio, nació por el año 339. Un gran evangelizador que se preocupo con las almas, fue él quien evangelizo san Agustín, y él sintió tocado por las predicaciones de San Ambrosio.

San Ambrosio no ataba pesados cargos sobre el pueblo, pero presento la levedad del Evangelio y, al mismo tiempo, por supuesto, la responsabilidad de vivir el Evangelio.

Mis hermanos, que nosotros tomemos el fardo del Señor, que nosotros tomemos el peso del Señor sobre nosotros. Amemos a Dos, amemos nuestro prójimo, miremos para el alto, pero miremos también para las personas que están a nuestro lado. ¡Esta es la Ley de Cristo!

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!