“Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone” (Lucas 13, 7-8).
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Solo un árbol que ha alcanzado la madurez puede dar frutos. Pero lo interesante de esta parábola del viñador no es la higuera que no da fruto alguno, y que se pide que sea cortada. El Señor usa de nosotros como usó de esa higuera de la paciencia. Dios sabe que tenemos dificultades para caminar en la santidad, para caminar en una vida de intimidad, para desprendernos de los pecados. Dios lo sabe, y por eso Él tiene la misma paciencia con esa higuera.
Espera tu cambio
Entonces, ¿qué hay detrás de este Evangelio? Dios. Él siempre tendrá paciencia con nosotros. Él esperará nuestro tiempo. Claro que no podemos vivir acomodados – ¡Ah, Dios tiene paciencia, entonces voy a procrastinar! – No, ¡eso es un peligro! Sabiendo que Dios es misericordioso y tiene paciencia con nosotros, ¿qué vamos a hacer? El esfuerzo de abandonarnos a la lógica de este mundo, la lógica mundana del “haz lo que te apetezca”.
Actualicemos, hermanos míos, la invitación, y aprovechemos nuestros días para vivir en la misericordia de Dios y para convertirnos. Eso es lo que Jesús nos está diciendo. Esa paciencia con nosotros es para que nos desprendamos de los vicios, de los pecados, de las actitudes mundanas que, muchas veces, traemos con nosotros.
Él no quiere que nadie se pierda, sino que llegue al conocimiento de la verdad, que cambie de vida, que cambie sus actitudes. Esa es la paciencia de la higuera. Por eso, hermanos míos, necesitamos convertirnos al misterio de Cristo como el cuerpo místico del que somos miembros, e, injertados en la vid, podemos dar muchos frutos. Y Jesús habla a través del evangelista Juan: “Sin mí, nada podéis hacer” (Jn 15, 5). Por eso, hermanos míos, convirtámonos en la verdad y en el amor.
Termino diciendo algo importante: si no damos frutos, correremos el gran riesgo de tener un destino semejante al de la higuera de la parábola. Tuvo paciencia, pero porque no dio fruto, fue cortada. Entonces, la parábola del dueño que busca frutos en la higuera plantada en su viña completa la enseñanza sobre la conversión, evidenciando algo muy importante. La paciencia de Dios y su misericordia son la voluntad de salvarnos. Entonces, hermanos míos, aprovechemos lo que dice el padre Jonas, que vivimos en el tiempo de la misericordia, pero, un día, llegará el tiempo de la justicia. ¡Estemos preparados!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
