“En aquel tiempo: los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto” (Mc 6, 30-34).
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Mis hermanos y hermanas, hoy es domingo, día del Señor y día para contemplar el reposo de Dios y también nuestro propio reposo. Tanto es así que el Evangelio de hoy habla precisamente de eso: del reposo que Jesús ofreció a sus discípulos al ver su cansancio y entrega.
Nuestra vida con Cristo ya no es una cosa más entre tantas otras que tenemos en nuestra vida, como el trabajo, la familia, los estudios. La vida con Cristo es nuestra renovación.
Jesús dijo: “Vengan a un lugar desierto”. La palabra griega para “desierto” es “Éramos”. De ahí viene la palabra “ermitaño”. Significa, entre otras cosas, un lugar privado, de protección y cuidado de las personas más cercanas, es uno de los significados de la palabra “desierto”. Me gustó este significado porque Jesús quiso ser para sus discípulos protección y abrigo en medio del cansancio que presentaban en el apostolado.
Desacelerando para encontrar a Dios
Por eso nuestra vida espiritual es algo maravilloso, en medio de nuestras tribulaciones diarias, porque nos permite experimentar el cuidado afectuoso de Cristo, su pastoreo, su atención a nuestras necesidades. A Jesús no le importan los resultados. A veces, nos sentimos presionados por ciertos resultados.
Está el jefe que exige nuestros resultados eficaces, está el profesor que es exigente a la hora del examen, está el sacerdote que exige en la parroquia, está el obispo que exige al sacerdote, es una infinidad de exigencias.
Contemplar a Jesús en el Evangelio de hoy es encontrar un lugar, el desierto, donde somos vistos por lo que realmente somos y no por lo que hacemos. Y es importante que encontremos tiempo en un lugar para tocar nuestra verdad, porque muchas veces corremos el riesgo de identificarnos con lo que hacemos. Somos mucho más que eso.
Sin embargo, para experimentar esta realidad del desierto hay que tener la valentía de desconectarse, porque hay muchas ovejas que no se dejan cuidar por el pastor. Siempre están corriendo, ocupadas en algo, pero no tienen la valentía de detenerse a escuchar a Dios. No tienen tiempo para hacer un retiro, no tienen tiempo para leer un libro espiritual, para meditar la palabra de Dios, para ir a un grupo de la parroquia. Siempre encuentran excusas para no entrar en ese desierto y ser cuidados por Jesús.
Cuidado, el activismo tiene un precio. Problemas y situaciones siempre tendremos, pero hay que estar bien vivos físicamente y espiritualmente para poder afrontar esos problemas. Vayamos a estar a solas con Jesús.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!