“Y se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. Mas él les dijo: Yo soy; no temáis” (Juan 6, 18-21).
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Amados hermano y hermana, esta es la verdadera profecía de la Pascua del Señor: ¡Él no nos abandono! Y cuando tenemos esta seguridad en el corazón, desarrollamos, dentro de nosotros, algo muy importante que se llama confianza y fe. Porque, mi hermano, si caminamos en esta temática de confianza y de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, todo podría nos desestructurar, agitar y quitar nuestra paz, pero si tenemos el Cristo como centro de nuestra vida, tendremos esta confianza y fe en Él.
¿Qué falta en muchos cristianos? Es esta confianza y esta fe. Porque, cualquier motivo o cualquier adversidad que venga sobre nuestra vida, como nosotros escuchamos sobre el relato del Evangelio — el mar estaba agitado, el viento estaba fuerte, el barco se movia —, Jesús que caminaba sobre el agua, muestra para aquellos discípulos con miedos aquello que, muchas veces, olvidamos de dejar resonar en nuestro corazón: “No tengas miedo”.
El propio Papa Juan Pablo II, en el comienzo de su pontificado, cuando él decía en italiano Non abbiate paura, es decir, “No tengas miedo”, muestra la fe que tenemos que tener en nuestro Señor Jesucristo. Creemos que Él ha vencido la muerte, que resucito, que subio a los cielos y que camina con la Iglesia.
La barca significa la Iglesia; los vientos contrarios, el mar revuelto es todo aquello que es exterior a lo que buscamos, es decir, el mundo sobrenatural, dentro de aquello que el propio Pablo nos habla: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6, 12).
¡Él es mi seguridad, es en Él que pongo mi confianza!
Mi hermano, ese mar que agita la Iglesia son las tentaciones, porque el mal quiere a todo momento mover nuestra fe – como se movió el barco –, quiere mover nuestra confianza en Jesús, ¿Y cómo debemos gestar en nuestro corazón esta confianza y esta fe? Por la oración.
La oración es el medio – nos habla el Catecismo de la Iglesia Católica – pero eficaz de llegar al corazón de Dios, es ese dialogo que tenemos con Él. Por eso, mi hermano, cuando el mar agita, cuando el viento soplar, tú estarás allí seguro y firme.
¿Por que vivimos inseguros? Porque no tenemos esta confianza que Jesús pide que tengamos en Él. Y Jesús, a todo momento, habla para su Iglesia: “No tengas miedo”. Eso es lo que resuena cuando Jesús resucito de los muertos.
Cuando Jesús venció en la cruz, cuando Él ha muerto por nuestros pecados, cuando Él fue puesto en aquel sepulcro, cuando aquellos ángeles bajaron del Cielo y hicieran aquella piedra rolar y Jesús levanto glorioso, Él levantó para decir: “¡No tengas miedo! Yo venci la muerte. Eis que hago nueva todas las cosas”.
Es en eso que tu necesitas poner nuestra seguridad: en Jesús que esta vivo y resucitado en nuestro medio. ¡Que Jesús, Aquel que camina con Su Iglesia, puede caminar también en nuestra familia, puede caminar en el momento difícil que estamos viviendo, en la seguridad de que él es nuestra seguridad, es en Él que ponemos nuestra confianza!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!