“El joven le dijo: «Todo esto lo he guardado, ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, vende todo lo que posees y reparte el dinero entre los pobres, para que tengas un tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme.»” (Mt 19, 20-21).
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Jesús siempre dejo muy claro que compartimos el camino hacia la dirección en la vida eterna va ser necesario deshacerse de muchas cosas. El apego exagerado a los bienes materiales, al dinero, es decir, las riquezas de este mundo, a las riquezas que este mundo nos ofrece, siempre van ser un gran obstáculo para el verdadero discipulado, para el verdadero seguimiento de Nuestro Señor.
Y quien no esta abierto para experimentar renuncias, dificilmente seguirá un camino de santidad, aún que sea un eximio cumplidor de los mandamientos. ¡Quien no esta abierto para perder y para renunciar, no conseguirá seguir a Jesús!
Ese Joven, por la respuesta, era un excelente observador de los mandamientos, así como todo compasivo judio de su época. Además, un simple cumplimiento de los mandamientos no es suficiente para convertir alguien discípulo del Reino, heredero de la vida eterna. Es necesario ir más allá de la observancia.
Es muy bueno dejar las cosas de este mundo para adquirir el Reino del Cielo
Y Jesús ha desafiado ese joven a deshacerse de todo que él tenía. Jesús desafio distribuir sus bienes a los pobres, para hacerse discípulos del Reino y se convirtio, así, heredero de la vida eterna. “Deshacerse”y “dejar las cosas materiales”, de aquellas cosas que son valiosas aquí en este mundo, de las vanidades, de una observancia, incluso únicamente en lugar de una aprovación. Podemos ver que ese joven ya decía ser observador de la Ley de Dios, además, Jesús exhorta que solo uno es bueno.
Existen muchos apegos en nuestra vida. A veces, somos apegados incluso en la postura de “bueno”, de alguien que es observador de la Ley. el joven, que había sido fiel en guardar los mandamientos, no se ha sentido preparado para deshacerse de las cosas, de los apegos y de las riquezas, incluso de su apariencia; él no quisó deshacerse de su apariencia. Por eso, los apegos impiden de aceptar el llamado de Jesús.
La Palabra nos habla que él se fue triste, tal vez, estuviese esperando allí un elogio, además, ha descubierto que la perfección no esta en el reconocimiento de ser bueno, y sí en la entrega radical al llamado que el Señor nos hace.
Por eso, cuando escuchamos el llamado de Jesús en nuestra vida, que podamos tener coraje de dejar las riquezas de este mundo, de dejar los apegos. ¡Es muy bueno dejar las cosas de este mundo para adquirir el Reino del Cielo!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!