“En aquel tiempo, se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: «El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno». Y una vez que dijo esto, exclamó: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!». (Lc 8, 4-5.8).
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Mis hermanos y mis hermanas, hoy la Iglesia celebra la memoria de un santo que, así como Jesús, ha traído una gran multitud de devotos al convento de San Giovanni Rotondo, en el sul de la Italia. Estamos hablando de Padre Pio. Padre Pio nació en Pietrelcina, en 1887. Su vida y su semejanza con Cristo no es solo la capacidad de atraer una multitud, pero Padre Pio se asemejó a Cristo de varias formas.
Una de ellas fue haber recibido los estigmas por más de 50 años, peor él acogió con humildad esta vía de santificación y hizo de eso un misterio de amor a las personas, una forma de servir las personas y comprender los sufrimientos de ellas; sufrimientos corporales y espirituales. Él confesaba por horas a los fieles, vivía la fraternidad con sus hermanos; ha construido un gran hospital en la ciudad de San Giovanni Rotondo y fue un fiel seguidor de Jesús.
De la orilla del camino a terreno bueno, existe un largo camino de madurez
Todo eso solo fue posible porque la Palabra de Cristo, sembrada en tu corazón, ha encontrado un terreno bueno, que es el Evangelio de hoy. Padre Pio fue un hombre de vida espiritual intensa, fue un hombre que rezaba. Él ha dejado con que la Palabra transformarse, que la Palabra permease toda su vida. La parábola, contada por Jesús hoy, habla también de nuestra vida espiritual. Los terrenos que son presentados en esta parábola – el padre ha leído una pasaje – , pero son vários tipos de terreno donde aquella semilla ha caído.
De la orilla del camino a terreno bueno, existe un largo camino de madurez. La vida espiritual se hace en la retirada de los espinos, de las piedras, de la sequedad que, muchas veces, viven en nuestro corazón para que lleguemos al punto de ofrecer a Dios un terreno bueno para que Su Palabra produzca muchos frutos. Padre Pio no fue santo de la noche para el día. ¡Absolutamente, no! Fueron muchos choques contra sí mismo y también contra el mal.
Que él interceda por nosotros para que también vivamos todos los días esta búsqueda por la voluntad de Dios, permitiendo que la Palabra de Él, sembrada en nuestros corazones, pueda dar muchos frutos en nuestra vida y en la vida de aquellos que amamos.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!
