“En aquel tiempo, entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida»” (Lc 10, 25-28).
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Nuevamente, somos invitados por la Liturgia de este día reflexionar sobre el mayor de todos los mandamientos, que es el amor a Dios de todo el corazón y al prójimo como a ti mismo. Estes dos mandamientos es el fundamento de toda nuestra vida espiritual, de todos los demás mandamientos.
Cumplir nos convierte heredero del Reino de los Cielos. Si nosotros vivimos mismo, con profundidad, estos dos mandamientos, ya somos poseedores del Reino del Cielo. Parece sencillo, pero es una sencilla que aún tenemos dificultad para ejecutar, para poner en practica.
Sabemos lo que debe ser hecho, así como el maestro de la Ley que allí preguntaba a Jesús solo para probar a Él, porque Él ya sabía de esta Palabra. Además, aún sabiendo lo que debe ser hecho, tenemos una gran capacidad de dificultar, de ocultar y no hacer lo que el Señor nos enseña, que es ejercer el amor para con Dios y para con el prójimo.
Tanto que el doctor de la Ley, siguiendo su camino en parece una persona desentendida, pregunta a Jesús sobre quien es el prójimo. Y Jesús, con toda la paciencia, con esta parábola del buen samaritano, comienza a explicar a él quien es el prójimo.
Pidamos esta gracia de amar a Dios de todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos
El samaritano, sin embargo fuese una persona despreciada por todos, considerado alguien impuro, alguien que no podía convivir con los judios, fue el único que tuvo la iniciativa de ayudar alguien que estaba necesitado, fue el único que se ha compadecido con aquella persona que fue asaltada. Por lo tanto, el samaritano fue el único que ha cumplido con el mandamiento, porque él ha visto en el necesitado, en aquel hombre, su prójimos, independiente de quien él era.
Muchas veces, no es por falta de conocimiento de la voluntad de Dios ni es por falta de oportunidad en realizar, en ejecutar el amor para con el prójimo; en la mayoría de las veces, es por falta de iniciativa, es por falta de comprometimiento con la vida de nuestros hermanos, es por falta de caracter que no vivimos lo que el Señor nos enseña, lo que ya sabemos que debe ser hecho.
Muchas veces, nos ocultamos, simulamos que no estamos viendo, hacemos que estamos viendo las situaciones de necesidad de nuestro prójimo, vamos dando disculpas y viviendo en el egoísmo, por falta de caracter y falta de comprometimiento con la Ley de Dios.
Como dijo: parece se facil, además, muchas veces, preferimos convertir la situación complicada y no realizar. Pidamos la gracia de Dios de realizar lo que nosotros ya sabemos, lo que nuestro corazón ya nos señala, lo que nosotros sabemos que debe ser hecho. ¡Pidamos esta gracia de amar a Dios de todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismo!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!