“Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos. Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que se le pedirá cuenta de todo esto a esta generación” (Lucas 11, 47-54).
Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:
Dios, en su misterio de amor y de salvación, nos envió profetas que hablaron en su nombre, hombres fieles a Dios que nos comunicaron la Palabra de Dios, instrumentos de Dios para comunicarnos su voluntad.
Sin embargo, en el Evangelio de hoy, Jesús nos revela que, en lugar de escuchar a estos enviados de Dios, a estos misioneros, a estos profetas que nos traían la Palabra de Dios, ellos fueron rechazados, no se les escuchó, fueron perseguidos y algunos incluso fueron asesinados a causa de esta misión.
Además de haber cometido todo esto con los profetas, Jesús va a decir que se hicieron dueños de la ley de Dios, quisieron hacerse dueños de la Palabra de Dios, adaptando la Palabra de Dios a sus propias ideas, a sus propias costumbres religiosas, no haciendo lo que Dios quería, lo que Dios deseaba. Es decir, hacer suya la ley de Dios, hacer de la voluntad de Dios solo un conjunto de normas, de prácticas religiosas externas que no producían, no producían frutos de salvación.
La salvación que nos anunciaron los profetas y Cristo, la Palabra Encarnada, está destinada a todos los que la acogen con corazón abierto y se dejan transformar por esta palabra
Y, entonces, debemos comprender que el mensaje de salvación viene de Dios, procede de Dios y no de nosotros. Podemos darle una interpretación personal, puramente ritualista, rigorista, que excluye, excluye completamente, que limita el alcance de la salvación que está contenida en esta palabra, la palabra que se nos ha sido revelada.
El mensaje de salvación anunciado por Dios a través de los profetas y ahora a través del propio Cristo, que es el Verbo encarnado, no se limita a prácticas y rituales cerrados entre un grupo selecto. ¡No! La salvación que nos anunciaron los profetas y Cristo, la Palabra Encarnada, está destinada a todos los que la acogen con corazón abierto y se dejan transformar por esta palabra.
En este día, recibamos una vez más la Palabra de Dios y dejemos que nos forme, nos cambie, que la palabra de Dios nos transforme.
Descienda sobre todos ustedes la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.